Cita 5 “Ducha A Dúo”
Odiaba cuando se ponía borde. Iba a salir del baño decidida a no volver a verle, pero cogió mi mano.
«Lo siento, (Tuapodo).» Su disculpa me resultó muy excitante. Pero ¿qué me pasaba con ese hombre? Me volvía loca. A veces de cabreo y otras de deseo. Despertaba lo mejor y lo peor de mí.
Intenté soltarme pero no me dejó. Me cogió en brazos y me metió con él en la ducha. ¡Su piel mojada olía tan bien! «Date la vuelta», dijo. Me negué. Al sentir el agua cálida cayendo sobre mi cuerpo, empecé a doblegarme y a sentirme cómoda entre sus brazos.
Intentó besarme, pero me retiré rápida. Comenzó a reírse y sentí que iba a someterme de nuevo.
Le rodeé con mis piernas, me sentía perversa y eso me divertía. Me apoyó contra la pared y yo me sujeté a una barra de metal. «¿Qué me has pedido?», preguntó.
Mis palabras le ponían a cien. La frase que siempre me había parecido tan vulgar, salió de mi boca con naturalidad. Me agarré a sus hombros para seguir su movimiento, pero no me dejó. Vi el deseo en su mirada. Le volvía loco y me encantaba. «¡Mírame!» Entreabrió la boca. Le deseé con todo mí ser. Aceleró el ritmo. «Mírame siempre», dijo. Mis ojos se nublaron emocionados. Me agarré a él para seguirle. Clavé mis uñas en su espalda y grité mientras sentía un mordisco en el hombro. El agua seguía cayendo cálida sobre nuestros cuerpos.
Odiaba cuando se ponía borde. Iba a salir del baño decidida a no volver a verle, pero cogió mi mano.
«Lo siento, (Tuapodo).» Su disculpa me resultó muy excitante. Pero ¿qué me pasaba con ese hombre? Me volvía loca. A veces de cabreo y otras de deseo. Despertaba lo mejor y lo peor de mí.
Intenté soltarme pero no me dejó. Me cogió en brazos y me metió con él en la ducha. ¡Su piel mojada olía tan bien! «Date la vuelta», dijo. Me negué. Al sentir el agua cálida cayendo sobre mi cuerpo, empecé a doblegarme y a sentirme cómoda entre sus brazos.
Intentó besarme, pero me retiré rápida. Comenzó a reírse y sentí que iba a someterme de nuevo.
Le rodeé con mis piernas, me sentía perversa y eso me divertía. Me apoyó contra la pared y yo me sujeté a una barra de metal. «¿Qué me has pedido?», preguntó.
Mis palabras le ponían a cien. La frase que siempre me había parecido tan vulgar, salió de mi boca con naturalidad. Me agarré a sus hombros para seguir su movimiento, pero no me dejó. Vi el deseo en su mirada. Le volvía loco y me encantaba. «¡Mírame!» Entreabrió la boca. Le deseé con todo mí ser. Aceleró el ritmo. «Mírame siempre», dijo. Mis ojos se nublaron emocionados. Me agarré a él para seguirle. Clavé mis uñas en su espalda y grité mientras sentía un mordisco en el hombro. El agua seguía cayendo cálida sobre nuestros cuerpos.