Capitulo 15
Ataviada con un bonito vestido rojo que me he comprado esta tarde, me miro en el espejo de la habitación. Me he hecho un moño alto, y mi apariencia es sofisticada. Llueve una barbaridad. Hay una tormenta tremenda, y los truenos me hacen encogerme. No soy miedosa, pero los truenos nunca me han gustado.
Llamo a mi padre por teléfono a Jerez y hablo con él y con mi hermana. De fondo escucho las risotadas de mi sobrina y se me encoge el corazón. Mientras charlamos por teléfono, todos parecemos felices, a pesar de que sabemos que nos echamos mucho de menos. Muchísimo.
Tras colgar el teléfono algo emocionada, decido retocarme el maquillaje. He llorado, tengo la nariz como un tomate y necesito una puesta a punto. Cuando creo que ya estoy totalmente presentable otra vez, salgo de la habitación y, tras bajar por la presidencial escalera, aparezco en el salón. Es la última noche del año y quiero pasarlo bien con Harry y Nick. Harry, al verme aparecer, se levanta y camina hacia mí. Está guapísimo con su traje oscuro y su camisa celeste.
—Estás preciosa, (Tuapodo). Preciosa.
Me besa en los labios y su beso me sabe a deseo y amor. Durante una fracción de segundo nos miramos a los ojos, hasta que una vocecita protesta.
—Dejad de besaros ya. ¡Qué asco!
Nick no soporta nuestras demostraciones de afecto, y eso nos hace sonreír, aunque al niño no le parece gracioso. Cuando me fijo en él, va vestido como Harry, pero ¡en miniatura! Asiento con aprobación.
—Nick, así vestido, te pareces mucho a tu tío. Estás muy guapo.
El crío me mira y esboza una sonrisita. Le ha gustado mi comentario sobre que se parece a su tío, pero, aun así, me apremia para cenar.
—Vamos..., llegas tarde y tengo hambre.
Miro el reloj. ¡No son ni las siete!
¡Por Dios!, pero ¿cómo pueden cenar tan pronto?
Este horario guiri me va a matar. Harry parece leer mis pensamientos y sonríe. Cuando me recompongo, contemplo la preciosa y engalanada mesa que Clodagh y Paul nos han preparado y pregunto mientras Harry me guía hacia una de las sillas:
—Bueno, y en Inglaterra, ¿qué se cena la última noche del año?
Pero antes de que me puedan responder se abre la puerta y aparecen Clodagh y Paul con dos soperas que dejan sobre la bonita mesa. Sorprendida, observo que en una de las soperas hay verduras, y en otra, salsa.
—¿Pavo al horno? —digo entre risas.
—¡Puag! —gesticula Nick.
—Es tradición en Inglaterra, al igual que en EE.UU —contesta Harry, feliz.
—La salsa es de gravy, es de carne, señorita (Tn__), y está muy sabrosa —indica Clodagh—. ¿Le pongo un poquito?
—Sí, gracias.
Clodagh llena mi plato, y todos me miran. Esperan que la pruebe. Cojo mi cuchara y hago lo que desean. Efectivamente, está muy buena. Sonrío, y los demás también lo hacen.
Incapaz de callar lo que pienso, mientras Paul bromea con Nick y Clodagh le llena el plato de salsa, miro a Harry y cuchicheo:
—¿Por qué no les dices a Clodagh y Paul que se sienten con nosotros a cenar?
Mi propuesta en un principio le sorprende, pero tras entender lo que pretendo finalmente accede.
—Clodagh, Paul, ¿les apetece cenar con nosotros?
El matrimonio se mira. Por su cara imagino que es la primera vez que Harry les propone algo así.
—Señor —responde Paul—, se lo agradecemos mucho, pero ya hemos cenado.
Harry me mira. Como estoy dispuesta a conseguir mi propósito, digo sonriente:
—Me encantaría que para el postre se sentaran con nosotros, ¿me lo prometen?
El matrimonio se vuelve a mirar, y al final, ante la insistencia de Nick, Clodagh sonríe y asiente.
Diez minutos después, tras acabar la sopa, Clodagh y Paul entran con más platitos. Me quedo mirando fijamente uno.
—Eso es verdura. Son Coles de Bruselas, zanahorias y patatas al horno —indica Harry—. Es col agria. Pruébala.
—Sí. Está muy rico —señala Nick.
Su gesto me demuestra que no le gusta y, por la pinta que tiene, no me llama. Decido declinar la oferta con la mejor de mis sonrisas y cojo un panecillo con algo que parece mermelada.
De pronto, veo que Paul deja unas bandejas sobre la mesa. Aplaudo. Langostinos, queso y jabón ibérico. ¡Olé! Harry, al ver mi gesto, coge mi mano.
—No olvides que tengo familia española y tenemos muchas costumbres que ellos nos ha inculcado.
—¡Mmm, me encanta el jamón! —añade el pequeño.
El jamoncito está de vicio. ¡Dios, qué maravilla! Y cuando traen el asado de pato, ya no puedo más. Pero como no quiero hacer un feo, me sirvo un poquito, y la verdad, ¡está exquisito!
También pruebo un queso inglés fundido y col con zanahoria. Me dicen que son comidas tradicionales para traer la estabilidad financiera, y como estoy en paro, ¡me pongo morada!
La cena es en todo momento amena, aunque me doy cuenta de que soy yo quien lleva el hilo de la conversación. Harry, con mirarme y sonreír, tiene bastante. Nick intenta obviarme, pero la edad es un grado, y cuando hablo de juegos de la Wii o la PlayStation, es incapaz de no sumarse a la conversación. Harry sonríe y, acercándose a mí, murmura:
—Eres increíble, cariño.
Cuando decido que no voy a comer nada más para no reventar, aparecen Clodagh y Paul con un postre que tiene una pinta maravillosa y que con sólo verlo ya lo quiero devorar.
--Mince Pies de Clodagh. ¡Qué rico! —aplaude Nick, emocionado.
Sin que pueda apartar mis ojos de ese pastel con tan buena pinta, pregunto:
—¿Qué es eso?
—Es un postre inglés, señorita —indica Paul—, que a mi Clodagh le sale de maravilla.
—¡Oh, sí! Es el mejor Mince Pies que comerás en tu vida —me asegura Harry, divertido.
La mujer, emocionada al sentirse el centro de atención de todos, en especial de los tres hombres de la casa, sonríe y se dirige a mí:
—Es una receta que ha pasado de mi abuela a mi madre, y de mi madre a mí. El Mince Pies está confeccionado por capas. La de abajo es masa quebrada con frutos secos; la segunda es un relleno de escarchalladas, y la de arriba es de nuevo masa quebrada con especies.
—¡Mmm, qué rico! —susurro. Y levantándome con decisión, añado—: Como éste es el postre, se tienen que sentar con nosotros a comerlo. —Clodagh y Paul se miran, y antes de que digan nada, les recuerdo—: ¡Me lo han prometido!
Harry sigue mi ejemplo; se levanta, retira una silla y le dice a la mujer:
—Clodagh, ¿serías tan amable de sentarte?
La mujer, casi sin respirar, se sienta, y junto a ella, su marido, y yo, acercándome, pregunto:
—Esto se corta como si fuera una tarta, ¿verdad?
Clodagh asiente.
—Muy bien, pues seré yo quien os sirva a todos este fantástico Mince Pies. —Luego, miro al niño y le pido—: Nick, ¿podrías traer dos platitos más para Clodagh y Paul?
El pequeño, dichoso, se levanta, corre hacia la cocina y regresa con los dos platos. Con decisión, corto cinco trozos y los reparto, y una vez que me siento en mi silla, Harry me mira, satisfecho.
—Vamos..., atacadlo antes de que yo me lo coma todo —murmuro, haciéndoles reír a todos.
Entre risas y ocurrencias devoramos el maravilloso postre. Sorprendida, observo cómo las cuatro personas que me rodean disfrutan del momento como algo único, y yo soy tremendamente feliz. Entonces, les propongo que me canten un villancico inglés, y rápidamente Paul se arranca con el tradicional
We wish you a Merry Christmas,
We wish you a Merry Christmas,
We wish you a Merry Christmas,
And a Happy New Year.
Los escucho, maravillada. Harry, con su sobrino sentado en su regazo, también canta ese villancico tan británico que me pone la carne de gallina. Ver a esas cuatro personas unidas por la música me hace recordar a mi familia. Con seguridad, mi padre y mi hermana estarán rebañando el cordero, y mi sobrina y mi cuñado riendo por las bromas. Eso me
emociona, y los ojos se me llenan de lágrimas.
Pero cuando acaban la canción aplaudo, y rápidamente Nick, que ha entrado en el juego que yo quería, pide que yo cante uno en español. Mi mente va rápida, e intento pensar qué villancico él ha podido escucharle a Anne y me arranco con Los peces en el río. Acierto, y el niño y Harry me siguen, y cantamos entre palmas.
Pero mira cómo beben los peces en el río,
pero mira cómo beben por ver a Dios nacido
Beben, y beben, y vuelven a beber,
los peces en el río por ver a Dios nacer.
Cuando acabamos, esta vez son Clodagh y Paul quienes nos aplauden, y nosotros nos sumamos a los aplausos.
¡Qué momento tan bonito y familiar!
Harry descorcha una botella de champán, llena todas las bonitas copas y a Nick le pone zumo de piña. Todos brindamos por san Silvestre.
Cuando Clodagh se empeña en recoger la mesa, quiero ayudarla. Al principio, ella y Paul se quejan, pero al final desisten al escuchar a Harry decir:
—Clodagh, si (Tuapodo) ha dicho que te ayuda, nada la va a detener.
La mujer se da por vencida y, encantada, la ayudo. Consigo que Paul se quede con Harry y Nick en el salón, hablando. Cuando regreso para quitar los últimos platos, Clodagh me susurra:
—No, señorita (Tn__)..., esos platos hay que dejarlos sobre la mesa hasta bien entrada la madrugada. En Inglaterra es tradición dejar las sobras de lo cenado en la mesa. Eso nos asegura que el año que viene tendremos la despensa bien llena.
Inmediatamente, suelto los platos con alegría.
—Pues ¡ea! ¡Todo sea por la despensa llena!
Durante un rato los cinco nos reímos mientras contamos anécdotas graciosas. Entre risas me comentan que allí es tradición un juego llamado Bleigiessen, y sorprendida escucho que se venden kits de Bleigiessen con los significados.
El Bleigiessen es un ritual para predecir o adivinar el futuro. Se funde plomo en una cuchara con el fuego de una vela y, una vez fundido, las gotas de plomo se echan a un recipiente con agua fría y se deja que endurezcan. Cada persona coge luego una de esas formas y, con la ayuda del kit, predice su futuro.
—Si el plomo tiene forma de mapa —dice Nick, gozoso—, es que vas a viajar mucho.
—Si tiene forma de flor —indica Paul—, significa que habrá nuevos amigos.
—Y si sale en forma de corazón —explica sonriendo Clodagh—, es que el amor llegará pronto.
Harry está disfrutando. Lo veo en su cara y en su forma de sonreír. Finalmente, se levanta de la mesa, nos invita a todos a sentarnos en el sillón y dice mientras pone la televisión:
—(Tuapodo), en Inglaterra hay otra tradición. Resulta algo extraña, pero es una tradición.
—¿Ah, sí? ¿Y cuál es? —pregunto, curiosa.
Todos sonríen, y Harry, tras darme un dulce beso en la mejilla, indica:
—Los británicos, después de la cena de Nochevieja y antes de salir a admirar los fuegos artificiales, solemos ver un vídeo cómico, bastante antiguo, en blanco y negro, llamado Dinner for One. Mira..., empieza tras los anuncios.
Los demás asienten y se acomodan, y Harry, al ver que me río, murmura:
—No te rías, morenita. ¡Es una tradición! Todos los canales de televisión lo emiten año tras año el 31 de diciembre. Pero lo más curioso de todo es que es un sketch en inglés, aunque en algunos canales lo ponen con subtítulos.
—¿Y de qué trata?
Harry me acomoda entre sus brazos y, mientras comienza el sketch, susurra en mi oreja:
—La señora Sophie celebra su noventa cumpleaños en compañía de James, su mayordomo, y varios amigos que ya no están porque han muerto. Lo gracioso es ver cómo el mayordomo, durante la velada, se hace pasar por cada uno de los amigos de la señora.
De pronto, para de hablar porque comienza a reír por lo que ve en la televisión. En el tiempo que dura el vídeo los miro con sorpresa a todos. Se divierten tanto que hasta Nick abandona su habitual ceño fruncido para reír abiertamente ante las cosa que hace el mayordomo de la televisión.
Cuando acaba el sketck, Clodagh va a la cocina y regresa con cinco vasitos con uvas. Miro la fruta con asombro.
—Recuerda que tengo familia española —señala Harry—. Las uvas nunca han faltado en una noche así.
Emocionada, atontada y feliz por unas simples uvas, grito cuando Harry pone el canal internacional y conecta con la Puerta del Sol de Madrid.
¡¡Aisss, mi España!!
¡Viva España!
Me siento más española que nunca.
Quedan quince minutos para que acabe el año y ver en la televisión mi querido Madrid hace que me emocione. Nick me mira sorprendido, y Harry se acerca a mí para decir en mi oreja:
—No me llores, cariño.
Me trago las lágrimas y sonrío.
—Tengo que ir al baño un segundito.
Desaparezco todo lo rápidamente que puedo.
Cuando entro en el baño y cierro la puerta, mi boca se contrae y lloro. Pero mis lágrimas son extrañas. Estoy feliz porque sé que mi familia está bien. Estoy feliz porque Harry está a mi lado. Pero las puñeteras lágrimas se empeñan en salir.
Lloro, lloro y lloro, hasta que consigo controlar el llanto. Me echo agua en la cara y, después de unos minutos en el baño, suenan unos golpecitos en la puerta. Salgo y Harry, preocupado, me pregunta:
—¿Estás bien?
—Sí —afirmo con un hilo de voz—, sólo que es la primera vez que estoy lejos de mi familia en una noche tan especial.
Mi cara y, sobre todo, mis ojos le indican lo que me pasa y me abraza.
—Lo siento, cariño. Siento que, por estar aquí conmigo, estés pasando un mal rato.
Sus palabras, de pronto, me reconfortan, me hacen sonreír, y le beso en los labios.
—No lo sientas, cielo. Está siendo una Navidad muy mágica para mí.
No muy convencido con lo que he dicho, clava sus impactantes ojos en mí y cuando va a añadir algo más, le doy un rápido beso en los labios.
—Vamos..., regresemos al salón. Nick, Clodagh y Paul nos esperan.
Cuando el reloj de la Puerta del Sol comienza a sonar, les indico que ésos son los cuartos. Y cuando comienzan las verdaderas campanadas los animo a todos a meterse una uva en la boca. Para Nick y Harry eso es algo que ya han hecho en otras ocasiones, pero para Paul y Clodagh no, y me río al ver sus caras.
Uva a uva, mi carácter se refuerza.
Una. Dos. Tres. Papá, (NHer__), Lux y mi cuñado están bien.
Cuatro. Cinco. Seis. Yo soy feliz.
Siete. Ocho. Nueve. ¿Qué más puedo pedir?
Diez. Once. Doce. ¡Feliz 2013!
Tras el último campanazo, Harry me va a abrazar, pero Nick se mete entre los dos y nos separa. Yo sonrío y le guiño un ojo. Es normal. El pequeño quiere ser el primero. Paul y Clodagh, al ser testigos de lo ocurrido, me abrazan y dicen en inglés:
--Happy New Year!
Incapaz de contener mis impulsos, los besuqueo y, entre risas, les hago repetir en español:
—¡Feliz Año Nuevo!
El matrimonio se divierte repitiendo lo que yo les digo, riendo y dando muestras de su felicidad. Paul y Clodagh después le dan la mano a Harry y se desean un Feliz Año mientras Nick no se separa de su lado. Me agacho para estar a su altura y, sin que él proteste, le beso en la mejilla.
—Feliz Año, precioso. Que este año que comienza sea maravilloso y espectacular.
El pequeño me devuelve el beso y, para mi asombro, sonríe. Paul lo coge entre sus brazos, y Harry rápidamente me mira, me abraza y con todo su amor murmura en mi oído, poniéndome la carne de gallina:
—Feliz Año Nuevo, mi amor. Gracias por hacer de esta noche algo muy especial para todos nosotros.
Ataviada con un bonito vestido rojo que me he comprado esta tarde, me miro en el espejo de la habitación. Me he hecho un moño alto, y mi apariencia es sofisticada. Llueve una barbaridad. Hay una tormenta tremenda, y los truenos me hacen encogerme. No soy miedosa, pero los truenos nunca me han gustado.
Llamo a mi padre por teléfono a Jerez y hablo con él y con mi hermana. De fondo escucho las risotadas de mi sobrina y se me encoge el corazón. Mientras charlamos por teléfono, todos parecemos felices, a pesar de que sabemos que nos echamos mucho de menos. Muchísimo.
Tras colgar el teléfono algo emocionada, decido retocarme el maquillaje. He llorado, tengo la nariz como un tomate y necesito una puesta a punto. Cuando creo que ya estoy totalmente presentable otra vez, salgo de la habitación y, tras bajar por la presidencial escalera, aparezco en el salón. Es la última noche del año y quiero pasarlo bien con Harry y Nick. Harry, al verme aparecer, se levanta y camina hacia mí. Está guapísimo con su traje oscuro y su camisa celeste.
—Estás preciosa, (Tuapodo). Preciosa.
Me besa en los labios y su beso me sabe a deseo y amor. Durante una fracción de segundo nos miramos a los ojos, hasta que una vocecita protesta.
—Dejad de besaros ya. ¡Qué asco!
Nick no soporta nuestras demostraciones de afecto, y eso nos hace sonreír, aunque al niño no le parece gracioso. Cuando me fijo en él, va vestido como Harry, pero ¡en miniatura! Asiento con aprobación.
—Nick, así vestido, te pareces mucho a tu tío. Estás muy guapo.
El crío me mira y esboza una sonrisita. Le ha gustado mi comentario sobre que se parece a su tío, pero, aun así, me apremia para cenar.
—Vamos..., llegas tarde y tengo hambre.
Miro el reloj. ¡No son ni las siete!
¡Por Dios!, pero ¿cómo pueden cenar tan pronto?
Este horario guiri me va a matar. Harry parece leer mis pensamientos y sonríe. Cuando me recompongo, contemplo la preciosa y engalanada mesa que Clodagh y Paul nos han preparado y pregunto mientras Harry me guía hacia una de las sillas:
—Bueno, y en Inglaterra, ¿qué se cena la última noche del año?
Pero antes de que me puedan responder se abre la puerta y aparecen Clodagh y Paul con dos soperas que dejan sobre la bonita mesa. Sorprendida, observo que en una de las soperas hay verduras, y en otra, salsa.
—¿Pavo al horno? —digo entre risas.
—¡Puag! —gesticula Nick.
—Es tradición en Inglaterra, al igual que en EE.UU —contesta Harry, feliz.
—La salsa es de gravy, es de carne, señorita (Tn__), y está muy sabrosa —indica Clodagh—. ¿Le pongo un poquito?
—Sí, gracias.
Clodagh llena mi plato, y todos me miran. Esperan que la pruebe. Cojo mi cuchara y hago lo que desean. Efectivamente, está muy buena. Sonrío, y los demás también lo hacen.
Incapaz de callar lo que pienso, mientras Paul bromea con Nick y Clodagh le llena el plato de salsa, miro a Harry y cuchicheo:
—¿Por qué no les dices a Clodagh y Paul que se sienten con nosotros a cenar?
Mi propuesta en un principio le sorprende, pero tras entender lo que pretendo finalmente accede.
—Clodagh, Paul, ¿les apetece cenar con nosotros?
El matrimonio se mira. Por su cara imagino que es la primera vez que Harry les propone algo así.
—Señor —responde Paul—, se lo agradecemos mucho, pero ya hemos cenado.
Harry me mira. Como estoy dispuesta a conseguir mi propósito, digo sonriente:
—Me encantaría que para el postre se sentaran con nosotros, ¿me lo prometen?
El matrimonio se vuelve a mirar, y al final, ante la insistencia de Nick, Clodagh sonríe y asiente.
Diez minutos después, tras acabar la sopa, Clodagh y Paul entran con más platitos. Me quedo mirando fijamente uno.
—Eso es verdura. Son Coles de Bruselas, zanahorias y patatas al horno —indica Harry—. Es col agria. Pruébala.
—Sí. Está muy rico —señala Nick.
Su gesto me demuestra que no le gusta y, por la pinta que tiene, no me llama. Decido declinar la oferta con la mejor de mis sonrisas y cojo un panecillo con algo que parece mermelada.
De pronto, veo que Paul deja unas bandejas sobre la mesa. Aplaudo. Langostinos, queso y jabón ibérico. ¡Olé! Harry, al ver mi gesto, coge mi mano.
—No olvides que tengo familia española y tenemos muchas costumbres que ellos nos ha inculcado.
—¡Mmm, me encanta el jamón! —añade el pequeño.
El jamoncito está de vicio. ¡Dios, qué maravilla! Y cuando traen el asado de pato, ya no puedo más. Pero como no quiero hacer un feo, me sirvo un poquito, y la verdad, ¡está exquisito!
También pruebo un queso inglés fundido y col con zanahoria. Me dicen que son comidas tradicionales para traer la estabilidad financiera, y como estoy en paro, ¡me pongo morada!
La cena es en todo momento amena, aunque me doy cuenta de que soy yo quien lleva el hilo de la conversación. Harry, con mirarme y sonreír, tiene bastante. Nick intenta obviarme, pero la edad es un grado, y cuando hablo de juegos de la Wii o la PlayStation, es incapaz de no sumarse a la conversación. Harry sonríe y, acercándose a mí, murmura:
—Eres increíble, cariño.
Cuando decido que no voy a comer nada más para no reventar, aparecen Clodagh y Paul con un postre que tiene una pinta maravillosa y que con sólo verlo ya lo quiero devorar.
--Mince Pies de Clodagh. ¡Qué rico! —aplaude Nick, emocionado.
Sin que pueda apartar mis ojos de ese pastel con tan buena pinta, pregunto:
—¿Qué es eso?
—Es un postre inglés, señorita —indica Paul—, que a mi Clodagh le sale de maravilla.
—¡Oh, sí! Es el mejor Mince Pies que comerás en tu vida —me asegura Harry, divertido.
La mujer, emocionada al sentirse el centro de atención de todos, en especial de los tres hombres de la casa, sonríe y se dirige a mí:
—Es una receta que ha pasado de mi abuela a mi madre, y de mi madre a mí. El Mince Pies está confeccionado por capas. La de abajo es masa quebrada con frutos secos; la segunda es un relleno de escarchalladas, y la de arriba es de nuevo masa quebrada con especies.
—¡Mmm, qué rico! —susurro. Y levantándome con decisión, añado—: Como éste es el postre, se tienen que sentar con nosotros a comerlo. —Clodagh y Paul se miran, y antes de que digan nada, les recuerdo—: ¡Me lo han prometido!
Harry sigue mi ejemplo; se levanta, retira una silla y le dice a la mujer:
—Clodagh, ¿serías tan amable de sentarte?
La mujer, casi sin respirar, se sienta, y junto a ella, su marido, y yo, acercándome, pregunto:
—Esto se corta como si fuera una tarta, ¿verdad?
Clodagh asiente.
—Muy bien, pues seré yo quien os sirva a todos este fantástico Mince Pies. —Luego, miro al niño y le pido—: Nick, ¿podrías traer dos platitos más para Clodagh y Paul?
El pequeño, dichoso, se levanta, corre hacia la cocina y regresa con los dos platos. Con decisión, corto cinco trozos y los reparto, y una vez que me siento en mi silla, Harry me mira, satisfecho.
—Vamos..., atacadlo antes de que yo me lo coma todo —murmuro, haciéndoles reír a todos.
Entre risas y ocurrencias devoramos el maravilloso postre. Sorprendida, observo cómo las cuatro personas que me rodean disfrutan del momento como algo único, y yo soy tremendamente feliz. Entonces, les propongo que me canten un villancico inglés, y rápidamente Paul se arranca con el tradicional
We wish you a Merry Christmas,
We wish you a Merry Christmas,
We wish you a Merry Christmas,
And a Happy New Year.
Los escucho, maravillada. Harry, con su sobrino sentado en su regazo, también canta ese villancico tan británico que me pone la carne de gallina. Ver a esas cuatro personas unidas por la música me hace recordar a mi familia. Con seguridad, mi padre y mi hermana estarán rebañando el cordero, y mi sobrina y mi cuñado riendo por las bromas. Eso me
emociona, y los ojos se me llenan de lágrimas.
Pero cuando acaban la canción aplaudo, y rápidamente Nick, que ha entrado en el juego que yo quería, pide que yo cante uno en español. Mi mente va rápida, e intento pensar qué villancico él ha podido escucharle a Anne y me arranco con Los peces en el río. Acierto, y el niño y Harry me siguen, y cantamos entre palmas.
Pero mira cómo beben los peces en el río,
pero mira cómo beben por ver a Dios nacido
Beben, y beben, y vuelven a beber,
los peces en el río por ver a Dios nacer.
Cuando acabamos, esta vez son Clodagh y Paul quienes nos aplauden, y nosotros nos sumamos a los aplausos.
¡Qué momento tan bonito y familiar!
Harry descorcha una botella de champán, llena todas las bonitas copas y a Nick le pone zumo de piña. Todos brindamos por san Silvestre.
Cuando Clodagh se empeña en recoger la mesa, quiero ayudarla. Al principio, ella y Paul se quejan, pero al final desisten al escuchar a Harry decir:
—Clodagh, si (Tuapodo) ha dicho que te ayuda, nada la va a detener.
La mujer se da por vencida y, encantada, la ayudo. Consigo que Paul se quede con Harry y Nick en el salón, hablando. Cuando regreso para quitar los últimos platos, Clodagh me susurra:
—No, señorita (Tn__)..., esos platos hay que dejarlos sobre la mesa hasta bien entrada la madrugada. En Inglaterra es tradición dejar las sobras de lo cenado en la mesa. Eso nos asegura que el año que viene tendremos la despensa bien llena.
Inmediatamente, suelto los platos con alegría.
—Pues ¡ea! ¡Todo sea por la despensa llena!
Durante un rato los cinco nos reímos mientras contamos anécdotas graciosas. Entre risas me comentan que allí es tradición un juego llamado Bleigiessen, y sorprendida escucho que se venden kits de Bleigiessen con los significados.
El Bleigiessen es un ritual para predecir o adivinar el futuro. Se funde plomo en una cuchara con el fuego de una vela y, una vez fundido, las gotas de plomo se echan a un recipiente con agua fría y se deja que endurezcan. Cada persona coge luego una de esas formas y, con la ayuda del kit, predice su futuro.
—Si el plomo tiene forma de mapa —dice Nick, gozoso—, es que vas a viajar mucho.
—Si tiene forma de flor —indica Paul—, significa que habrá nuevos amigos.
—Y si sale en forma de corazón —explica sonriendo Clodagh—, es que el amor llegará pronto.
Harry está disfrutando. Lo veo en su cara y en su forma de sonreír. Finalmente, se levanta de la mesa, nos invita a todos a sentarnos en el sillón y dice mientras pone la televisión:
—(Tuapodo), en Inglaterra hay otra tradición. Resulta algo extraña, pero es una tradición.
—¿Ah, sí? ¿Y cuál es? —pregunto, curiosa.
Todos sonríen, y Harry, tras darme un dulce beso en la mejilla, indica:
—Los británicos, después de la cena de Nochevieja y antes de salir a admirar los fuegos artificiales, solemos ver un vídeo cómico, bastante antiguo, en blanco y negro, llamado Dinner for One. Mira..., empieza tras los anuncios.
Los demás asienten y se acomodan, y Harry, al ver que me río, murmura:
—No te rías, morenita. ¡Es una tradición! Todos los canales de televisión lo emiten año tras año el 31 de diciembre. Pero lo más curioso de todo es que es un sketch en inglés, aunque en algunos canales lo ponen con subtítulos.
—¿Y de qué trata?
Harry me acomoda entre sus brazos y, mientras comienza el sketch, susurra en mi oreja:
—La señora Sophie celebra su noventa cumpleaños en compañía de James, su mayordomo, y varios amigos que ya no están porque han muerto. Lo gracioso es ver cómo el mayordomo, durante la velada, se hace pasar por cada uno de los amigos de la señora.
De pronto, para de hablar porque comienza a reír por lo que ve en la televisión. En el tiempo que dura el vídeo los miro con sorpresa a todos. Se divierten tanto que hasta Nick abandona su habitual ceño fruncido para reír abiertamente ante las cosa que hace el mayordomo de la televisión.
Cuando acaba el sketck, Clodagh va a la cocina y regresa con cinco vasitos con uvas. Miro la fruta con asombro.
—Recuerda que tengo familia española —señala Harry—. Las uvas nunca han faltado en una noche así.
Emocionada, atontada y feliz por unas simples uvas, grito cuando Harry pone el canal internacional y conecta con la Puerta del Sol de Madrid.
¡¡Aisss, mi España!!
¡Viva España!
Me siento más española que nunca.
Quedan quince minutos para que acabe el año y ver en la televisión mi querido Madrid hace que me emocione. Nick me mira sorprendido, y Harry se acerca a mí para decir en mi oreja:
—No me llores, cariño.
Me trago las lágrimas y sonrío.
—Tengo que ir al baño un segundito.
Desaparezco todo lo rápidamente que puedo.
Cuando entro en el baño y cierro la puerta, mi boca se contrae y lloro. Pero mis lágrimas son extrañas. Estoy feliz porque sé que mi familia está bien. Estoy feliz porque Harry está a mi lado. Pero las puñeteras lágrimas se empeñan en salir.
Lloro, lloro y lloro, hasta que consigo controlar el llanto. Me echo agua en la cara y, después de unos minutos en el baño, suenan unos golpecitos en la puerta. Salgo y Harry, preocupado, me pregunta:
—¿Estás bien?
—Sí —afirmo con un hilo de voz—, sólo que es la primera vez que estoy lejos de mi familia en una noche tan especial.
Mi cara y, sobre todo, mis ojos le indican lo que me pasa y me abraza.
—Lo siento, cariño. Siento que, por estar aquí conmigo, estés pasando un mal rato.
Sus palabras, de pronto, me reconfortan, me hacen sonreír, y le beso en los labios.
—No lo sientas, cielo. Está siendo una Navidad muy mágica para mí.
No muy convencido con lo que he dicho, clava sus impactantes ojos en mí y cuando va a añadir algo más, le doy un rápido beso en los labios.
—Vamos..., regresemos al salón. Nick, Clodagh y Paul nos esperan.
Cuando el reloj de la Puerta del Sol comienza a sonar, les indico que ésos son los cuartos. Y cuando comienzan las verdaderas campanadas los animo a todos a meterse una uva en la boca. Para Nick y Harry eso es algo que ya han hecho en otras ocasiones, pero para Paul y Clodagh no, y me río al ver sus caras.
Uva a uva, mi carácter se refuerza.
Una. Dos. Tres. Papá, (NHer__), Lux y mi cuñado están bien.
Cuatro. Cinco. Seis. Yo soy feliz.
Siete. Ocho. Nueve. ¿Qué más puedo pedir?
Diez. Once. Doce. ¡Feliz 2013!
Tras el último campanazo, Harry me va a abrazar, pero Nick se mete entre los dos y nos separa. Yo sonrío y le guiño un ojo. Es normal. El pequeño quiere ser el primero. Paul y Clodagh, al ser testigos de lo ocurrido, me abrazan y dicen en inglés:
--Happy New Year!
Incapaz de contener mis impulsos, los besuqueo y, entre risas, les hago repetir en español:
—¡Feliz Año Nuevo!
El matrimonio se divierte repitiendo lo que yo les digo, riendo y dando muestras de su felicidad. Paul y Clodagh después le dan la mano a Harry y se desean un Feliz Año mientras Nick no se separa de su lado. Me agacho para estar a su altura y, sin que él proteste, le beso en la mejilla.
—Feliz Año, precioso. Que este año que comienza sea maravilloso y espectacular.
El pequeño me devuelve el beso y, para mi asombro, sonríe. Paul lo coge entre sus brazos, y Harry rápidamente me mira, me abraza y con todo su amor murmura en mi oído, poniéndome la carne de gallina:
—Feliz Año Nuevo, mi amor. Gracias por hacer de esta noche algo muy especial para todos nosotros.