Capitulo 40
Un mes después, la teniente (Tn__) (Tap__) y su equipo tomaron tierra con su C-17 de nuevo en la base de Ramstein, al oeste de Inglaterra, tras varios viajes que los habían llevado a Líbano, a Kuwait y a Estados Unidos para asistir a los funerales de los compañeros caídos en el avión abatido. Y después de pasar por Bagdad y recoger a varios soldados heridos y a un par de periodistas norteamericanos liberados.
El funeral por Robert fue triste. Desolador. Savannah, abrazada a ella, lloraba inconsolable y (Tuapodo) no puedo hacer nada salvo abrazarla a su vez y compartir su dolor.
El comandante Irwin, al saber que el avión de (Tuapodo) había aterrizado, fue a verla y, cuando estuvo frente a ella, la saludó:
—Teniente (Tap__). Bienvenida.
—Gracias, señor.
—Estaré en mi despacho esperando los informes.
(Tuapodo) asintió. Rellenó junto a Fraser y Neill todo el papeleo y se encaminó hacia el hangar. Cuando llegó frente a la puerta, como siempre, llamó. Tras escuchar la voz del comandante, entró y a diferencia de otras veces, no echó el pestillo.
Irwin fue consciente de ello y, levantándose de la mesa, caminó hacia ella y la abrazó.
—Estaba preocupado por ti. ¿Estás bien?
—Sí.
—Siento lo del teniente Smith y sus hombres. Sé la amistad que os unía.
—Gracias, Ashton.
Separándose de ella, se sentó de nuevo y (Tuapodo), que había permanecido de pie ante la mesita, dijo:
—Si me firma los papeles, señor, podré regresar con mis hombres.
—¿Es cierto que te vas a Fort Worth?
—Sí. El mayor (Tap__) se está ocupando de todo.
—¿Por qué te vas?
—Temas familiares.
Irwin asintió y, sin preguntar nada más, firmó los papeles. (Tuapodo), con una sonrisa, lo miró. A su manera, aquel militar siempre había sido un buen amigo y compañero y dijo:
—Espero que algún día superes lo de Daiana, como yo creo haber superado lo de Luke. Te mereces una vida mejor, Ashton, y sé que la vas a tener. Lo sé.
Él la miró y murmuró:
—Ha sido un placer haberte conocido, (Tuapodo).
Ella caminó hacia él, se agachó, lo abrazó y respondió:
—Lo mismo digo, Ashton. Gracias por todo, porque a nuestra extraña manera me ayudaste a seguir viviendo. —Ambos sonrieron—. Y espero que si alguna vez vas por Fort Worth nos volvamos a ver, aunque nuestros encuentros ya no sean como los de estos últimos tiempos.
Ambos sabían que aquello era una despedida. Había llegado el momento de olvidar los fantasmas del pasado e intentar retomar sus vidas. Cuando se separaron, (Tuapodo) cogió los papeles que él había firmado y abandonó el despacho. Cuando salió, el comandante miró la puerta y sonrió por (Tuapodo). Era una buena chica.
Aquella tarde, en la base de Ramstein y vestidos aún con la ropa de camuflaje, Neill y (Tuapodo) se despidieron. Ella cogería un vuelo que la llevaría a Madrid y desde allí otro hasta Asturias. Su hija volaba con su madre y su hermana desde Fort Worth para reunirse con ella allí.
—Fraser a última hora se fue en el pájaro de Thomson. Ha regresado a Kuwait. Por lo visto, su hermano está destacado allí y quería verlo.
Neill asintió y, cansado del viaje, le aconsejó:
—(Tuapodo), descansa cuando llegues a Asturias. Lo necesitas.
—Tú también.
Con una triste mirada, el militar la miró y se sinceró:
—Pilotar contigo estos años ha sido estupendo. Espero que en Fort Worth te traten como te mereces.
—Lo mismo digo, Neill. Pero no me vas a perder de vista. Seguro que nos volveremos a encontrar en algún otro conflicto, aunque ya sabes que dentro de diez meses, mi intención es dejar el ejército para dedicarme a otra cosa. Necesito cambiar de aires, por Sami y por mí.
Ambos rieron y Neill comentó:
—Creo que el ejército va a perder un estupendo piloto, pero el mundo algún día va a ganar una estupenda ilustradora.
Se abrazaron con cariño y cuando Neill se marchó y ella se quedó sola en el aeropuerto, se sacó del bolsillo la tirita de princesas que su hija le puso el día que se fue y sonrió. Después se echó el petate a la espalda y caminó en busca del avión que la llevaría hasta España.
Un mes después, la teniente (Tn__) (Tap__) y su equipo tomaron tierra con su C-17 de nuevo en la base de Ramstein, al oeste de Inglaterra, tras varios viajes que los habían llevado a Líbano, a Kuwait y a Estados Unidos para asistir a los funerales de los compañeros caídos en el avión abatido. Y después de pasar por Bagdad y recoger a varios soldados heridos y a un par de periodistas norteamericanos liberados.
El funeral por Robert fue triste. Desolador. Savannah, abrazada a ella, lloraba inconsolable y (Tuapodo) no puedo hacer nada salvo abrazarla a su vez y compartir su dolor.
El comandante Irwin, al saber que el avión de (Tuapodo) había aterrizado, fue a verla y, cuando estuvo frente a ella, la saludó:
—Teniente (Tap__). Bienvenida.
—Gracias, señor.
—Estaré en mi despacho esperando los informes.
(Tuapodo) asintió. Rellenó junto a Fraser y Neill todo el papeleo y se encaminó hacia el hangar. Cuando llegó frente a la puerta, como siempre, llamó. Tras escuchar la voz del comandante, entró y a diferencia de otras veces, no echó el pestillo.
Irwin fue consciente de ello y, levantándose de la mesa, caminó hacia ella y la abrazó.
—Estaba preocupado por ti. ¿Estás bien?
—Sí.
—Siento lo del teniente Smith y sus hombres. Sé la amistad que os unía.
—Gracias, Ashton.
Separándose de ella, se sentó de nuevo y (Tuapodo), que había permanecido de pie ante la mesita, dijo:
—Si me firma los papeles, señor, podré regresar con mis hombres.
—¿Es cierto que te vas a Fort Worth?
—Sí. El mayor (Tap__) se está ocupando de todo.
—¿Por qué te vas?
—Temas familiares.
Irwin asintió y, sin preguntar nada más, firmó los papeles. (Tuapodo), con una sonrisa, lo miró. A su manera, aquel militar siempre había sido un buen amigo y compañero y dijo:
—Espero que algún día superes lo de Daiana, como yo creo haber superado lo de Luke. Te mereces una vida mejor, Ashton, y sé que la vas a tener. Lo sé.
Él la miró y murmuró:
—Ha sido un placer haberte conocido, (Tuapodo).
Ella caminó hacia él, se agachó, lo abrazó y respondió:
—Lo mismo digo, Ashton. Gracias por todo, porque a nuestra extraña manera me ayudaste a seguir viviendo. —Ambos sonrieron—. Y espero que si alguna vez vas por Fort Worth nos volvamos a ver, aunque nuestros encuentros ya no sean como los de estos últimos tiempos.
Ambos sabían que aquello era una despedida. Había llegado el momento de olvidar los fantasmas del pasado e intentar retomar sus vidas. Cuando se separaron, (Tuapodo) cogió los papeles que él había firmado y abandonó el despacho. Cuando salió, el comandante miró la puerta y sonrió por (Tuapodo). Era una buena chica.
Aquella tarde, en la base de Ramstein y vestidos aún con la ropa de camuflaje, Neill y (Tuapodo) se despidieron. Ella cogería un vuelo que la llevaría a Madrid y desde allí otro hasta Asturias. Su hija volaba con su madre y su hermana desde Fort Worth para reunirse con ella allí.
—Fraser a última hora se fue en el pájaro de Thomson. Ha regresado a Kuwait. Por lo visto, su hermano está destacado allí y quería verlo.
Neill asintió y, cansado del viaje, le aconsejó:
—(Tuapodo), descansa cuando llegues a Asturias. Lo necesitas.
—Tú también.
Con una triste mirada, el militar la miró y se sinceró:
—Pilotar contigo estos años ha sido estupendo. Espero que en Fort Worth te traten como te mereces.
—Lo mismo digo, Neill. Pero no me vas a perder de vista. Seguro que nos volveremos a encontrar en algún otro conflicto, aunque ya sabes que dentro de diez meses, mi intención es dejar el ejército para dedicarme a otra cosa. Necesito cambiar de aires, por Sami y por mí.
Ambos rieron y Neill comentó:
—Creo que el ejército va a perder un estupendo piloto, pero el mundo algún día va a ganar una estupenda ilustradora.
Se abrazaron con cariño y cuando Neill se marchó y ella se quedó sola en el aeropuerto, se sacó del bolsillo la tirita de princesas que su hija le puso el día que se fue y sonrió. Después se echó el petate a la espalda y caminó en busca del avión que la llevaría hasta España.