Me di la vuelta y me agaché para que Zayn pudiera colocarme la joya. «Precioso», dijo.
Estaba muy excitada. Su juego intensificó mi excitación hasta un límite que no había conocido antes. «Ofrécemela, Harry», pidió Zayn, acalorado y anhelante. Aquél atendió sus órdenes con rapidez.
Pasó sus manos bajo mis muslos y los abrió para su amigo.
Yo deseaba que Zayn disfrutara de mí, lo esperaba ansiosa, pero no pude aguantar su retraso y busqué yo misma mi placer con mis manos, provocándoles aún más a los dos.
Zayn retiró mis manos decidido a entrar en mí con un juguete. Le dejé hacer. No podía esperar para experimentar sus juegos.
Le pedí más y comenzó a deleitarse con su boca hasta hacerme llegar casi al clímax. Su maestría me hizo gritar. Era un sabio del placer.
Hasta entonces no había conocido a un hombre que supiera hacerme gozar tanto como Harry.
Zayn era otro maestro.
Las convulsiones aumentaron y me desbordé. «Eres exquisita», dijo.
Había disfrutado como nunca, pero sentía que uno de nosotros no jugaba con las mismas cartas.