Capitulo 64
A primeros de diciembre, la madre de Harry aparece por Madrid para ver con sus propios ojos qué tal está su hijo. El pequeño Nick, según me dijo, iba a venir con ella, pero, al final, una de sus trastadas se lo impidió y lo dejó en Inglaterra con la tata. Su felicidad al ver tan feliz a Harry es plena y más cuando habla de nuestro próximo traslado a Inglaterra.
Anne se emociona. Saber que su hijo regresa a su hogar la llena de alegría y yo lo veo en su mirada.
Aquella noche, cuando llego al restaurante y veo a mi padre y a mi hermana con mi cuñado Sandy esperándonos, salto de felicidad. Harry lo ha organizado todo sin decirme nada. Desea que nuestras familias se conozcan y que lo nuestro sea totalmente oficial. Esa sorpresa me gusta y más cuando mi padre me da un beso y me murmura:
—Tú vales mucho, morenita, y él lo sabe.
La felicidad que siento al escuchar a mi padre y ver su cara de orgullo es indescriptible. Él quiere lo mejor para mí y sabe que Harry es mi felicidad. A la cena se suman Tom y Lou y, cuando creo que ya no va a llegar nadie más, aparece Gemma con un amigo.
Todos brindan por nosotros, mientras Harry y yo nos miramos embobados. Apenas puedo creer que todo esto me esté pasando a mí. He encontrado el amor cuando menos lo buscaba y con la persona que menos esperaba. Harry es mi mundo y mi vida y nada, absolutamente nada, puede empañar mi felicidad y mi alegría.
Mi maravilloso novio está guapísimo con su traje oscuro y su camisa azul. Es tan elegante vistiendo que a veces temo no estar a su altura. Su mirada me tiene loca. Se lo que piensa. Lo que desea y acercándome a él murmuro:
—Estoy deseando llegar al hotel.
—Mmmm, te estás volviendo una depravada, cariño —cuchichea, mientras me besa el hombro.
Sonrío, mientras todos cenan tranquilamente a nuestro alrededor.
—Tan depravada como tú. No hago más que pensar en…
—¿Sexo?
Asiento y él sonríe.
—¿Qué te parece si esta noche jugamos?
Clava sus impresionantes ojos claros en mí.
—¿Quieres que juguemos esta noche?
Abro los ojos y sonrío.
—Sí.
Harry se mete un trozo de carne en la boca y, tras masticarla, me pregunta al oído:
—¿Algún juego en especial?
Me rasco la mejilla y me encojo de hombros.
—Algo que sea para los dos.
Harry asiente.
—De acuerdo. Haré una llamada.
Saber eso me altera y, debe de ser tan escandalosa la cara que tengo, que murmura entre risas.
—Cambia ese gesto, viciosilla.
Ambos sonreímos y ya no puedo dejar de pensar en qué nos esperará en el hotel.
Cuando la cena se acaba, mi hermana y mi cuñado se llevan a mi padre a su casa y Anne regresa al hotel. Lou y Tom se marchan a su casa, el pequeño Ben tiene un poco de fiebre y ella está preocupada. Yo le pido a Harry regresar al hotel pero él, divertido, me anima a ir a tomar una copa con su hermana y su amigo. Acepto a regañadientes. Pero para incitarlo no paro de susurrarle al oído que estoy lista para lo que él quiera. Y consigo mi propósito. Lo veo en su mirada, pero decide hacerme sufrir un ratito más.
Como yo soy la que vive en Madrid y conoce los locales de moda los llevo al Toopsie, lejos de donde podría encontrarme con mis amigos. Si vieran a Harry se quedarían de piedra. Vestido con su traje oscuro no tiene nada que ver con los piercings de mis amigos. Eso me divierte. Y creo que, en cierto modo, eso, unido a su fuerte personalidad es lo que me enamoró de él.
En el Toopsie, Gemma y yo bailamos divertidas. Gemma es una alocada como yo y pronto me doy cuenta de que hacemos buena camarilla. Durante un par de horas, los cuatro nos divertimos de lo lindo y, cuando ponen música más íntima y suena Blanco y negro, Harry me mira y dice:
—Señorita (Tap__), ¿sería tan amable de bailar conmigo esta canción?
—Por supuesto, señor Styles.
Cuando llegamos a la pista, Harry me abraza y por primera vez bailo con él. Nunca había hecho aquello y sentirme abrazada a él mientras suena nuestra canción me parece lo más bonito que he hecho en mi vida.
No hablamos. Sólo nos abrazamos mientras la voz de Malú canta:
Te regalo mi amor, te regalo mi vida,
Te regalaré el sol siempre que me lo pidas.
No somos perfectos, sólo polos opuestos.
Mientras sea junto a ti, siempre lo intentaría.
¿Y que no daría?
Harry me mira y, cuando acaba la canción, murmura:
—Creo que ya ha llegado el momento de llevarte al hotel.
—¡Por fin! —susurro, haciéndolo reír.
Mi felicidad es tan completa que creo que voy a explotar de un momento a otro. Harry me lleva hasta donde está su hermana y su amigo y nos despedimos. Ellos se ríen al ver nuestras prisas por marcharnos.
Al salir del local, aparece Preston. Una vez dentro del coche, Harry sube el cristal que nos separa de él y dice, mientras se desabrocha los pantalones y deja a mi vista su enorme erección:
—(Tuapodo)… móntate a horcajadas sobre mí. ¡Ya!
Sorprendida por esa urgencia sonrío y lo hago encantada.
—Dios, nena… voy a explotar.
Me río y siento sus manos subir por mis muslos hasta llegar a mi bonito tanga.
Es nuevo. Pero de un tirón seco me lo arranca.
—¡Harry!
—Te compraré cientos de tangas… no te preocupes por eso. Ahora ábrete para mí.
—Muy bien, señor Styles —susurro, mientras él pone ante mí el tanga roto—. Una vez roto mi tanga, ahora sólo espero que se comporte y me folle como usted sabe.
—Oh, sí… pequeña, no lo dudes.
Mis palabras lo avivan y me penetra de un solo movimiento. Mi boca se abre, sale un jadeo y escucho su ronco gemido. Sí… su posesión me aviva. Me aprieta contra él, jadeo.
—Así… ¿te gusta?
La sensación que me provoca me hace gemir con fuerza mientras él se introduce más y más en mí.
—Vamos, señorita (Tap__) —musita en mi oído—. Responda.
—Me gusta… sssí… sigue.
Jadeo. Mi cuerpo, electrizado y poseído por él, se mueve ante un nuevo embiste más profundo. Más implacable. Mi respuesta le ha gustado, me sujeta con fuerza las caderas y se hunde una y otra vez en mí hasta que yo grito. Agarrada a sus hombros, me hace entrar y salir una y otra vez de él. Un… dos… tres… y me aprieta con fuerza con su erección y yo grito otra vez. Una… dos… tres… y vuelve a hacerlo hasta que finalmente nuestro baile me hace correrme y él eyacula dentro de mí.
Durante unos segundos, sigo a horcajadas sobre él. Siento sus besos en mi cuello y murmura:
—Esta noche vas a ser toda mía. Toda.
—Lo estoy deseando.
Sonríe. Su cara, su gesto, me demuestra su felicidad.
—Levanta tu precioso cuerpo de mí con cuidado, pero no te apartes.
Divertida, hago lo que pide. Aprieta una trampilla de la limusina y aparecen pañuelos de papel. Coge uno y lo mete entre mis piernas, me limpia. Eso me excita más y, cuando veo que su glande vuelve a latir, sonrío y él me advierte:
—Señorita (Tap__)… relájese y espere a llegar al hotel donde continuaremos el juego.
Se limpia, se abrocha el pantalón y murmuro, sentándome de nuevo sobre él:
—Te deseo… deseo morbo… que me compartas… deseo lo que quieras.
—Mmmmm… —Sonríe y, acercándose a mi boca, pregunta—: ¿Algún juego en especial?
—Tienes carta libre. Elige tú. Sólo deseo ser totalmente tuya.
Se ríe y me besa. Dos minutos después el coche se detiene. Bajo sin tanga y sigo a Harry hasta el ascensor. Cuando entramos en la suite nos quedamos en el salón. Allí nos espera una cubitera fría con champán. Sabe lo que quiero y yo sé lo que él quiere. Me mira de arriba abajo.
—Despampanante.
Con coquetería me doy una vuelta ante él. Voy con un vestido negro que me llega hasta las rodillas, con un gran escote delantero y otro en la espalda.
—Gracias —asiento divertida mientras miro a mí alrededor y veo que no hay nadie.
Abre una botella de champán rosado, me entrega una copa y le da un trago.
—Ven… sígueme.
Pasamos al dormitorio y, al entrar, veo que sobre la cama hay varios juguetes. Calor. Mis pezones se ponen tiesos y mi vagina se contrae.
Harry sube la música, después me abraza y me besa en los labios.
—¿Preparada para jugar?
Asiento, respondo a su caliente beso.
Me agarra por la cintura, me eleva para ponerme a su altura y me besa de nuevo.
—Precioso vestido… pero desnúdate.
Me suelta en el suelo y se sienta en la cama a la espera de que cumpla lo que pide. Sin dilación, me quito el ancho cinturón que marca mis caderas y después suelto los corchetes que hay bajo mi pecho. El vestido cae a mis pies y quedo sólo vestida con un bonito sujetador negro. No llevo tanga, él me lo arrancó en el coche.
En ese momento, la puerta de la habitación se abre y veo que entra una mujer pelirroja. No la conozco. No sé quién es, pero sé a lo que ha venido.
Camina hacia nosotros y Harry me informa:
—Se llama Aimee. Es una colega de Louis que curiosamente se aloja en el hotel y está de paso en España.
Aimee y yo nos saludamos y Harry añade:
—De entrada, quiero observaros, ¿te parece bien, cariño?
Sé lo que disfruta él observándonos y sonrío.
Harry se desnuda y se sienta al borde de la cama. La pelirroja pasea sus manos por todo mi cuerpo. Sus dedos se paran en mi trasero y lo aprieta. Harry sonríe y yo hago un mohín.
De pronto se me ocurre algo:
—¿Y si soy yo quien te ofrece?
Harry me mira sorprendido. Yo levanto una ceja y camino hacia la cama. Saco un preservativo de la caja, se lo doy y le doy un beso en los labios.
—Póntelo.
Vuelvo a mi sitio inicial y Aimee vuelve a tocarme mientras Harry rasga con los dientes el preservativo y se lo pone. Una vez está colocado, me desplazo hacia un lado, cojo a Aimee de las manos y le susurro al oído bajo la enloquecida mirada de Harry.
—Súbete a él y fóllatelo para que yo lo vea.
Aimee se sienta sobre Harry, coge su erección y poco a poco se clava en ella. Su cara lo dice todo. Disfruta siendo penetrada. Me subo a la cama, me pongo detrás de Harry y pido en su oído mientras le toco el cuello.
—… chúpale los pezones.
Sin un atisbo de celos, veo cómo el hombre que me vuelve loca hace lo que le pido. Le lame los pezones, se los mete en la boca y los chupa mientras aquella mujer mueve sus caderas y lo hace estremecer.
La respiración de Harry se acelera y la coge de las caderas para penetrarla con más profundidad. Eso me incita. Ver a Harry en acción me aviva y deseo ser yo la que ocupe el lugar de Aimee.
Jadeos… calor…
Aimee gime, se echa hacia atrás y sus pechos regresan a la boca de Harry, mientras él la penetra. Fuerza. Posesión. Me gusta sentirlo así. Mi vagina se contrae y le reparto cientos de besos por los hombros.
—Disfruta, cariño… —le murmuro de nuevo al oído—. Ahora quien te observa soy yo.
Harry echa la cabeza hacia atrás para que lo bese y yo lo poseo con la boca, mientras el baile sexual de ellos continúa durante varios minutos más. Al final, Aimee se arquea y grita. Harry se deja ir mientras me besa. Abre la boca para soltar un ronco gruñido y yo le muerdo los labios.
A diferencia de cuando soy yo la que está entre sus brazos, Harry se quita de encima a Aimee en cuanto termina. La joven, sin decir nada, va al baño y escucho el agua correr. La respiración de Harry comienza a serenarse, se tumba en la cama y yo me pongo a su lado.
—Nunca me había ofrecido una mujer.
—Me alegra ser la primera y te aseguro que no será la última.
Harry cuchichea.
—Es usted muy peligrosa, señorita (Tap__). Nunca me deja de sorprender.
—Me gusta serlo y hacerlo, señor Styles.
Lo beso y me responde con ardor.
Me abraza y, cuando Aimee sale del baño, me suelta.
—Voy a ducharme, cariño.
Harry desaparece y Aimee se acerca a mí y me acaricia la cintura.
—Ahora te quiero a ti.
Excitada, me acerco a ella. Me toca los pechos y, con delicadeza, se agacha para metérselos en la boca. Me toca la cintura y yo cierro los ojos mientras me dejo llevar por el placer de la lujuria.
Vuelvo a estar parada en el centro de la habitación y ella se pone a mi espalda.
Sigue su recorrido y sube lentamente por mi columna, cuando, de pronto, siento que me está desabrochando el sujetador. Un corchete… otro… otro… y la fina tela cae a mis pies. Sus hábiles dedos pasean ahora por mis costillas, hacen circulitos y, cuando me cogen los pechos, jadeo al notar cómo me aprisiona los pezones.
Harry sale del baño y nos observa mientras se sienta mojado en la cama. Aimee me hace andar hasta él y, agarrándome los dos pechos, se los ofrece. Gustoso, los toma. Primero chupa uno. Después el otro y, cuando los pezones erectos están duros como piedras, los mordisquea como sabe que me gusta.
Calor… calor… mucho calor.
Las manos de Aimee vuelven a mi trasero y Harry, al ver aquello, me agarra de las caderas y me atrae hacia él. Pone sus labios sobre mi monte de Venus y lo besa con mimo.
—Ah… —Sale de mi boca.
Harry sonríe, se sienta al fondo de la cama y vuelve a mover la cabeza. Aimee me agarra de la mano y me hace subir a ella. Me lleva hasta la altura de Harry y me indica que me ponga boca abajo. Quedo entre las piernas de Harry y ella se sienta sobre mi trasero. Bambolea sus caderas sobre mí y percibo la humedad de su entrepierna justo en el momento en que su aliento está en mi cuello. Pasea sus manos por mi cabeza y enreda sus dedos en mi pelo.
Tira de él y me hace subir la cabeza. La erección de Harry queda frente a mí. Me la mete en la boca y yo la chupo. La succiono y la degusto. Lujuria. Tener su enorme erección en mi boca me enloquece. Lo miro y veo sus ojos brillantes. Excitados. Aimee bambolea otra vez sus caderas sobre mí y hace como si me montara mientras siento que con su mano libre me separa las piernas y me toca los labios mayores.
Más calor… mucho…
Me suelta el pelo y se escurre por mi espalda. Harry saca su pene de mi boca.
—Tranquila, pequeña… hay tiempo.
Aimee me hace ponerme a cuatro patas sobre la cama. Me muerde las cachas del culo y mete uno de sus dedos en mi interior. Curvo mi espalda en busca de más.
Mete otro dedo y comienza a moverlos dentro de mí. Inconscientemente, gimo mientras Harry murmura:
—Así… déjate llevar.
Durante varios minutos, aquella mujer toca mi cuerpo mientras Harry besa mi boca. No sé cuánto tiempo ha pasado cuando Harry me toma por las axilas y me da la vuelta. Me apoya contra su pecho, me coge las piernas y me abre para Aimee.
Su boca me saquea mientras Harry me ofrece a ella y me susurra palabras cariñosas al oído. Aimee juega con mi sexo. Me chupa golosa… me succiona. Juega con mi clítoris con mimo. Lo hincha. Lo endurece. Lo sopla. Lo degusta como a un bombón en su boca experta. Yo jadeo y me abro para ella.
De pronto, pasa una pierna por debajo de mi cuerpo. Harry me ladea y noto su vagina contra la mía. Su calor me hace gemir mientras siento una especie de corriente eléctrica al notar que me aprieta hacia ella. Su clítoris y el mío se encuentran. Ambos están calientes y húmedos. Hinchados y juguetones. Mil sensaciones atraviesan mi cuerpo mientras Aimee se mueve y se restriega contra mí. Quiero que siga. Quiero que no pare. Y cuando suelto un grito y noto la humedad entre nosotras dos, se separa de mí, se pone de rodillas y coge un vibrador rojo. Lo unta de lubricante y lo mete centímetro a centímetro en la vagina.
Calor… gemidos… calor. Harry, en mi oído, me pide:
—Córrete… dámelo… córrete.
El vibrador de pronto se pone a rotar en mi interior. Chillo y me retuerzo. Aimee sonríe. Su perversa sonrisa me hace ver que disfruta con lo que hace, y murmura:
—Ahora voy a por tu apretado culito.
El vibrador sigue en el interior de mi vagina dando vueltas cuando coge otro más pequeño y con forma de chupete. Lo impregna en lubricante, lo lleva hasta mi ano y, animada por Harry, poco a poco lo introduce. Entra en su totalidad.
—Así… cariño… así… quiero tu culo… lo necesito.
Harry de pronto me suelta las piernas y me las junta.
—No te muevas. No separes las piernas. No quiero que nada salga de ti a excepción de jadeos y gemidos.
El vibrador sigue girando en mi interior y oleadas de placer recorren mi cuerpo. Harry y Aimee me observan mientras cada uno me chupa un pezón y los vibradores continúan con su función en mi interior. Arqueo la espalda y abro la boca. Grito de placer. Voy a abrir las piernas y entonces Aimee se sienta sobre ellas y no me puedo mover.
Harry se pone de pie sobre la cama y mete su hinchada erección en la boca de Aimee. Le coge la cabeza y comienza a entrar y salir de ella con rapidez mientras ella lo agarra del culo para facilitarle la tarea. Extasiada, los miro mientras Aimee se mueve sobre mí por las embestidas de Harry y hace que los vibradores choquen en mi interior el uno con el otro.
Me excita ver lo que veo. Me excita ver la cara de Harry mientras le folla la boca y me excita que Aimee se mueva sobre mí. Ardo… grito y jadeo cuando siento que me voy a correr. Calor… mucho calor. Harry me mira y se corre sobre la boca de Aimee mientras yo me dejo llevar por el increíble orgasmo que surge de mi interior.
Pero Aimee quiere más. Busca más.
Y en cuanto se limpia la boca y se quita de encima de mí, me abre las piernas y me saca primero el vibrador de la vagina y después el del ano. Sorprendida, veo que se pone algo y Harry murmura:
—Es un arnés con un consolador de dieciséis centímetros. Aimee te va a follar.
La miro sorprendida. Nunca había visto aquel aparato en vivo y en directo. Se termina de ajustar el arnés a la cadera y Harry me tumba en la cama. Aimee se pone sobre mí y me mete la punta del consolador en la boca. Me hace chuparlo mientras veo que mueve sus caderas dentro y fuera de mi boca.
Excitada, me muevo y Harry me habla:
—Ahora soy yo quien te ofrece a ella. Te va a follar, cariño, y después te vamos a follar los dos.
Estoy caliente. Muy caliente.
Aimee se tumba sobre mí. Me chupa los pechos y siento aquel consolador duro entre las dos. Mi vagina se contrae. Mueve el consolador y lo restriega por la parte interna de mis muslos y yo jadeo.
—Ábrete para recibirla, (Tuapodo) —susurra Harry.
Centímetro a centímetro, Aimee mete el consolador en mi vagina y, cuando lo tiene totalmente dentro, lo saca. Disfruta con sus movimientos. Entra… sale… entra… sale y finalmente me hunde el consolador de nuevo.
Me agarra por la cintura y me folla como si fuera un hombre. Dios, ¡me gusta! Me da un azote en el culo y vuelve a penetrarme. Un… dos… tres… cuatro… cinco hasta seis penetraciones seguidas y yo grito. Me arqueo enloquecida y Harry me besa.
El orgasmo me llega cuando ella me sube las piernas, me coge del culo y me aprieta contra el arnés. Me sacudo enardecida. Aimee se queda quieta y deja el consolador en mi interior mientras yo me relajo.
Cierro los ojos, mientras mi resuello se normaliza.
Aimee se quita de encima de mí y Harry me besa con pasión. Busca mis labios y se deleita con ellos.
—Eres preciosa… perfecta…
Sonrío. Estoy aún extasiada y Harry, al verme los labios resecos, se levanta y llena varias copas de champán. Le da una Aimee y me ofrece otra a mí.
—Bebe… te refrescará.
Sedienta, me siento en la cama, me bebo la copa entera de champán y mi garganta agradece la frescura. Dejo la copa y voy al baño. Necesito refrescarme. Harry me sigue, se mete conmigo en la enorme ducha y murmura mientras el agua cae sobre nosotros:
—Ahora te vamos a follar los dos.
—¿Los dos?
Me observa con su ardiente mirada desde su altura.
—Sí
—Harry…
—Tranquila… pequeña… tu culito ya está preparado. Aimee se pondrá un arnés con un consolador más pequeño e ira dilatando poco a poco tu precioso trasero. Ese consolador se irá agrandando si Aimee bombea sobre ti. Ella me allanará el camino. No te dolerá y yo tomaré luego su lugar.
—Harry…
—¿Tienes miedo?
—Sí…
—¿Confías en mí?
El agua cae entre los dos y murmuro:
—Siempre, ya lo sabes.
Sonríe y me da un dulce beso en los labios.
—Me gusta saberlo.
Un espasmo me recorre el cuerpo. Harry cierra el agua y me seca con la toalla.
—Todo irá bien. Te prometo que cuando te penetremos los dos lo disfrutarás.
Asiento y regresamos a la habitación. Allí veo a Aimee sentada en una silla con una copa de champán en la mano. Miro su arnés. Esta vez es rojo y el consolador que cuelga es mucho más fino y pequeño. No se acerca a nosotros. Sólo nos observa.
Nada más llegar a la cama, Harry se sube en ella y se sienta en el centro, me guiña un ojo, me hace sonreír y dice mientras indica que me siente a horcajadas sobre él:
—Vamos, señorita (Tap__). Acceda a mis caprichos. Móntese sobre mí.
Excitada, hago lo que pide. En décimas de segundos da una vuelta sobre la cama y se queda sobre mí. Me besa. Me acaricia. Dice maravillosas y dulces palabras de amor y se ocupa de satisfacer todos y cada uno de mis deseos. Su boca reparte cientos de besos en mi cuello, lame mis pechos, chupa mi ombligo y, cuando llega a mi monte de Venus, lo besa y susurra:
—Pídeme lo que quieras.
Su voz. Su ronca voz junto a esas palabras me vuelven loca. Abro mis piernas y él sabe lo que quiero. Me chupa, restriega su barbilla por mi vagina y finalmente abre mis labios internos y busca mi clítoris. Lo rodea con su lengua, lo aviva, lo revoluciona y, con sus maravillosos labios, tira de él. Mis jadeos no tardan en llegar, mientras me dejo llevar por mil sensaciones.
—Harry…
Sus grandes manos recorren mi cuerpo y, mientras su boca juega entre mis piernas llenándome de oleadas de placer, sus dedos me agarran los pezones. Los estrujan y tiran de ellos para hincharlos. Enloquecida, subo mis piernas a sus hombros y me aprieto contra él. Me agarra los muslos y aprieta mi sexo sobre su boca. La posesión de Harry es total. Magnífica. Única.
Saciado de mis juegos vaginales, vuelve a mi boca. Su sabor, que es mi sabor, es dulzón. Nos besamos y su lengua viva y caprichosa recorre mi boca. Mientras me besa noto su dura erección darme entre las piernas. La deseo y antes de que yo se la pida me la da. Se yergue contra mí y me ensarta todo su pene como a mí me gusta. Mi grito gustoso lo hace sonreír.
—Mírame —le exijo.
Una… dos… tres… cuatro veces bombea sobre mí y yo, encantada, me abro para él. Harry es tan grande, ocupa tanto espacio dentro de mí que me incita a jadear y gemir. De pronto, me agarra por las caderas y aparezco sentada sobre él a horcajadas. Ahora soy yo la que marco el ritmo. Soy yo la que cimbreo mimosa mis caderas sobre él, mientras me mira con los ojos llenos de amor.
La cama se hunde, miro hacia atrás y Aimee está detrás de mí. Harry me coge la barbilla y, sin sacar su erección de mi interior, susurra:
—Túmbate sobre mí, pequeña… y relájate.
Lo hago y siento que Aimee me restriega algo húmedo y caliente sobre el ano. Lubricante. Harry me abre las cachas del culo para que ella lo haga mejor y, al ver mi cara de susto, mueve sus caderas, me penetra y murmura.
—Toda mía… hoy vas a ser toda mía.
Noto que Aimee pone el consolador en el agujero de mi ano y hace rotaciones con él. Una y otra vez… una y otra vez hasta que me doy cuenta de que éste ha comenzado a entrar en mí. Harry me besa. Me mordisquea los labios, la barbilla, mientras un «¡Ah!» se me escapa al sentir cómo Aimee me penetra.
La intrusión que siento en mi trasero me hace moverme y eso aviva a Harry, que continúa en mi interior. Su enorme pene bombea despacio y con cuidado mientras Aimee, centímetro a centímetro, se mete dentro de mí. De pronto, un movimiento brusco de Aimee me hace gritar. Dolor… siento dolor… pero el dolor desaparece ante los movimientos de Harry y lo oigo decir:
—Ya esta… ya pasó, cariño… así… entrégate… relájate y te dilatarás para recibirme.
En ese instante, noto el cuerpo de Aimee totalmente pegado a mi trasero, ésta me da un azote en el culo y murmura:
—Estás totalmente penetrada, (Tn__). Muévete.
Tengo los ojos tan abiertos que Harry sonríe.
—Cariño… no me asustes, ¿estás bien?
Asiento y respondo:
—Sí… pero tengo tanto miedo a romperme que no me puedo mover.
Harry lo hace por mí. Se mueve y yo jadeo.
La sensación que siento en ese instante siendo penetrada por el ano y la vagina es alucinante. Aimee, ante los movimientos de Harry, comienza a bombear dentro y fuera de mí. Pronto siento que mi ano por dentro se llena más y más al crecer el consolador por los bombeos. Estoy tan lubricada que oigo cómo el lubricante chapotea mientras aquella mujer agarrada a mi cintura me penetra una y otra vez.
Harry se mueve. No puede continuar parado.
Cuatro manos me agarran por la cintura y me manejan a su antojo. Delante… detrás… fuerte… flojo… suave… duro. Veo la cara de Harry y siento que va a estallar. Pero, de pronto, ambos salen de mí. Harry se levanta, me da la vuelta y me penetra lentamente por el mismo sitio por donde Aimee acaba de salir. A cuatro patas grito. La erección de Harry nada tiene que ver con el consolador, pero, lo que en un principio me hizo gritar, de pronto se acopla a mi interior y jadeo mientras oigo a Harry murmurar en mi oreja.
—Ahora sí eres toda mía… toda mía…
—Sí…
—Oh, nena… estás tan prieta… tan cerrada…
Aprieta de nuevo sus caderas contra mí y yo bufo de placer. Dios… me gusta lo que hace, lo que me dice. Me turba que por fin me penetre el ano y me vuelve loca sentir cómo tiembla mientras lo hace. Se contiene. Sé que contiene las ganas que siente por darme un par de buenos empellones. Mi ano está dilatado. Lo noto cuando todo su pene entra y sale de mí. Muevo mis caderas y me clavo en Harry. Oigo cómo aprieta los dientes y pido:
—Fuerte… penétrame fuerte.
—No… no quiero hacerte daño.
Pero mis ganas son salvajes y soy yo la que lanza el culo hacia atrás y grito al sentir absolutamente toda su erección. Me quedo quieta. No me puedo mover. Dolor. Resoplo y él musita:
—No seas bruta, cariño… te vas a hacer daño.
Sin sacar su erección de mi ano, sus manos bajan hasta mi vagina, la abre y en cuanto me aprieta el clítoris me muevo… gimo… y busco más penetración. Harry me la da. Cada vez entra y sale con más holgura de mí. Su dedo vuelve a apretarme el clítoris y yo vuelvo a chillar. Los minutos pasan y ambos seguimos unidos por mi ano. No quiero que termine. Sólo quiero que siga apretándose contra mí y ese placer no acabe. Pero, al final, acelera las penetraciones y, aunque no son tan fuertes ni profundas como las que me da en mi vagina, un salvaje orgasmo me hace gritar mientras me aprieto contra él. Harry se corre también y, para no caer sobre mí, saca su pene y rueda a un lado. En su camino, me agarra y mientras mis convulsiones por lo que acaba de ocurrir siguen, me abraza y dice:
—Te quiero, (Tuapodo), te quiero como nunca pensé que podría querer.
A primeros de diciembre, la madre de Harry aparece por Madrid para ver con sus propios ojos qué tal está su hijo. El pequeño Nick, según me dijo, iba a venir con ella, pero, al final, una de sus trastadas se lo impidió y lo dejó en Inglaterra con la tata. Su felicidad al ver tan feliz a Harry es plena y más cuando habla de nuestro próximo traslado a Inglaterra.
Anne se emociona. Saber que su hijo regresa a su hogar la llena de alegría y yo lo veo en su mirada.
Aquella noche, cuando llego al restaurante y veo a mi padre y a mi hermana con mi cuñado Sandy esperándonos, salto de felicidad. Harry lo ha organizado todo sin decirme nada. Desea que nuestras familias se conozcan y que lo nuestro sea totalmente oficial. Esa sorpresa me gusta y más cuando mi padre me da un beso y me murmura:
—Tú vales mucho, morenita, y él lo sabe.
La felicidad que siento al escuchar a mi padre y ver su cara de orgullo es indescriptible. Él quiere lo mejor para mí y sabe que Harry es mi felicidad. A la cena se suman Tom y Lou y, cuando creo que ya no va a llegar nadie más, aparece Gemma con un amigo.
Todos brindan por nosotros, mientras Harry y yo nos miramos embobados. Apenas puedo creer que todo esto me esté pasando a mí. He encontrado el amor cuando menos lo buscaba y con la persona que menos esperaba. Harry es mi mundo y mi vida y nada, absolutamente nada, puede empañar mi felicidad y mi alegría.
Mi maravilloso novio está guapísimo con su traje oscuro y su camisa azul. Es tan elegante vistiendo que a veces temo no estar a su altura. Su mirada me tiene loca. Se lo que piensa. Lo que desea y acercándome a él murmuro:
—Estoy deseando llegar al hotel.
—Mmmm, te estás volviendo una depravada, cariño —cuchichea, mientras me besa el hombro.
Sonrío, mientras todos cenan tranquilamente a nuestro alrededor.
—Tan depravada como tú. No hago más que pensar en…
—¿Sexo?
Asiento y él sonríe.
—¿Qué te parece si esta noche jugamos?
Clava sus impresionantes ojos claros en mí.
—¿Quieres que juguemos esta noche?
Abro los ojos y sonrío.
—Sí.
Harry se mete un trozo de carne en la boca y, tras masticarla, me pregunta al oído:
—¿Algún juego en especial?
Me rasco la mejilla y me encojo de hombros.
—Algo que sea para los dos.
Harry asiente.
—De acuerdo. Haré una llamada.
Saber eso me altera y, debe de ser tan escandalosa la cara que tengo, que murmura entre risas.
—Cambia ese gesto, viciosilla.
Ambos sonreímos y ya no puedo dejar de pensar en qué nos esperará en el hotel.
Cuando la cena se acaba, mi hermana y mi cuñado se llevan a mi padre a su casa y Anne regresa al hotel. Lou y Tom se marchan a su casa, el pequeño Ben tiene un poco de fiebre y ella está preocupada. Yo le pido a Harry regresar al hotel pero él, divertido, me anima a ir a tomar una copa con su hermana y su amigo. Acepto a regañadientes. Pero para incitarlo no paro de susurrarle al oído que estoy lista para lo que él quiera. Y consigo mi propósito. Lo veo en su mirada, pero decide hacerme sufrir un ratito más.
Como yo soy la que vive en Madrid y conoce los locales de moda los llevo al Toopsie, lejos de donde podría encontrarme con mis amigos. Si vieran a Harry se quedarían de piedra. Vestido con su traje oscuro no tiene nada que ver con los piercings de mis amigos. Eso me divierte. Y creo que, en cierto modo, eso, unido a su fuerte personalidad es lo que me enamoró de él.
En el Toopsie, Gemma y yo bailamos divertidas. Gemma es una alocada como yo y pronto me doy cuenta de que hacemos buena camarilla. Durante un par de horas, los cuatro nos divertimos de lo lindo y, cuando ponen música más íntima y suena Blanco y negro, Harry me mira y dice:
—Señorita (Tap__), ¿sería tan amable de bailar conmigo esta canción?
—Por supuesto, señor Styles.
Cuando llegamos a la pista, Harry me abraza y por primera vez bailo con él. Nunca había hecho aquello y sentirme abrazada a él mientras suena nuestra canción me parece lo más bonito que he hecho en mi vida.
No hablamos. Sólo nos abrazamos mientras la voz de Malú canta:
Te regalo mi amor, te regalo mi vida,
Te regalaré el sol siempre que me lo pidas.
No somos perfectos, sólo polos opuestos.
Mientras sea junto a ti, siempre lo intentaría.
¿Y que no daría?
Harry me mira y, cuando acaba la canción, murmura:
—Creo que ya ha llegado el momento de llevarte al hotel.
—¡Por fin! —susurro, haciéndolo reír.
Mi felicidad es tan completa que creo que voy a explotar de un momento a otro. Harry me lleva hasta donde está su hermana y su amigo y nos despedimos. Ellos se ríen al ver nuestras prisas por marcharnos.
Al salir del local, aparece Preston. Una vez dentro del coche, Harry sube el cristal que nos separa de él y dice, mientras se desabrocha los pantalones y deja a mi vista su enorme erección:
—(Tuapodo)… móntate a horcajadas sobre mí. ¡Ya!
Sorprendida por esa urgencia sonrío y lo hago encantada.
—Dios, nena… voy a explotar.
Me río y siento sus manos subir por mis muslos hasta llegar a mi bonito tanga.
Es nuevo. Pero de un tirón seco me lo arranca.
—¡Harry!
—Te compraré cientos de tangas… no te preocupes por eso. Ahora ábrete para mí.
—Muy bien, señor Styles —susurro, mientras él pone ante mí el tanga roto—. Una vez roto mi tanga, ahora sólo espero que se comporte y me folle como usted sabe.
—Oh, sí… pequeña, no lo dudes.
Mis palabras lo avivan y me penetra de un solo movimiento. Mi boca se abre, sale un jadeo y escucho su ronco gemido. Sí… su posesión me aviva. Me aprieta contra él, jadeo.
—Así… ¿te gusta?
La sensación que me provoca me hace gemir con fuerza mientras él se introduce más y más en mí.
—Vamos, señorita (Tap__) —musita en mi oído—. Responda.
—Me gusta… sssí… sigue.
Jadeo. Mi cuerpo, electrizado y poseído por él, se mueve ante un nuevo embiste más profundo. Más implacable. Mi respuesta le ha gustado, me sujeta con fuerza las caderas y se hunde una y otra vez en mí hasta que yo grito. Agarrada a sus hombros, me hace entrar y salir una y otra vez de él. Un… dos… tres… y me aprieta con fuerza con su erección y yo grito otra vez. Una… dos… tres… y vuelve a hacerlo hasta que finalmente nuestro baile me hace correrme y él eyacula dentro de mí.
Durante unos segundos, sigo a horcajadas sobre él. Siento sus besos en mi cuello y murmura:
—Esta noche vas a ser toda mía. Toda.
—Lo estoy deseando.
Sonríe. Su cara, su gesto, me demuestra su felicidad.
—Levanta tu precioso cuerpo de mí con cuidado, pero no te apartes.
Divertida, hago lo que pide. Aprieta una trampilla de la limusina y aparecen pañuelos de papel. Coge uno y lo mete entre mis piernas, me limpia. Eso me excita más y, cuando veo que su glande vuelve a latir, sonrío y él me advierte:
—Señorita (Tap__)… relájese y espere a llegar al hotel donde continuaremos el juego.
Se limpia, se abrocha el pantalón y murmuro, sentándome de nuevo sobre él:
—Te deseo… deseo morbo… que me compartas… deseo lo que quieras.
—Mmmmm… —Sonríe y, acercándose a mi boca, pregunta—: ¿Algún juego en especial?
—Tienes carta libre. Elige tú. Sólo deseo ser totalmente tuya.
Se ríe y me besa. Dos minutos después el coche se detiene. Bajo sin tanga y sigo a Harry hasta el ascensor. Cuando entramos en la suite nos quedamos en el salón. Allí nos espera una cubitera fría con champán. Sabe lo que quiero y yo sé lo que él quiere. Me mira de arriba abajo.
—Despampanante.
Con coquetería me doy una vuelta ante él. Voy con un vestido negro que me llega hasta las rodillas, con un gran escote delantero y otro en la espalda.
—Gracias —asiento divertida mientras miro a mí alrededor y veo que no hay nadie.
Abre una botella de champán rosado, me entrega una copa y le da un trago.
—Ven… sígueme.
Pasamos al dormitorio y, al entrar, veo que sobre la cama hay varios juguetes. Calor. Mis pezones se ponen tiesos y mi vagina se contrae.
Harry sube la música, después me abraza y me besa en los labios.
—¿Preparada para jugar?
Asiento, respondo a su caliente beso.
Me agarra por la cintura, me eleva para ponerme a su altura y me besa de nuevo.
—Precioso vestido… pero desnúdate.
Me suelta en el suelo y se sienta en la cama a la espera de que cumpla lo que pide. Sin dilación, me quito el ancho cinturón que marca mis caderas y después suelto los corchetes que hay bajo mi pecho. El vestido cae a mis pies y quedo sólo vestida con un bonito sujetador negro. No llevo tanga, él me lo arrancó en el coche.
En ese momento, la puerta de la habitación se abre y veo que entra una mujer pelirroja. No la conozco. No sé quién es, pero sé a lo que ha venido.
Camina hacia nosotros y Harry me informa:
—Se llama Aimee. Es una colega de Louis que curiosamente se aloja en el hotel y está de paso en España.
Aimee y yo nos saludamos y Harry añade:
—De entrada, quiero observaros, ¿te parece bien, cariño?
Sé lo que disfruta él observándonos y sonrío.
Harry se desnuda y se sienta al borde de la cama. La pelirroja pasea sus manos por todo mi cuerpo. Sus dedos se paran en mi trasero y lo aprieta. Harry sonríe y yo hago un mohín.
De pronto se me ocurre algo:
—¿Y si soy yo quien te ofrece?
Harry me mira sorprendido. Yo levanto una ceja y camino hacia la cama. Saco un preservativo de la caja, se lo doy y le doy un beso en los labios.
—Póntelo.
Vuelvo a mi sitio inicial y Aimee vuelve a tocarme mientras Harry rasga con los dientes el preservativo y se lo pone. Una vez está colocado, me desplazo hacia un lado, cojo a Aimee de las manos y le susurro al oído bajo la enloquecida mirada de Harry.
—Súbete a él y fóllatelo para que yo lo vea.
Aimee se sienta sobre Harry, coge su erección y poco a poco se clava en ella. Su cara lo dice todo. Disfruta siendo penetrada. Me subo a la cama, me pongo detrás de Harry y pido en su oído mientras le toco el cuello.
—… chúpale los pezones.
Sin un atisbo de celos, veo cómo el hombre que me vuelve loca hace lo que le pido. Le lame los pezones, se los mete en la boca y los chupa mientras aquella mujer mueve sus caderas y lo hace estremecer.
La respiración de Harry se acelera y la coge de las caderas para penetrarla con más profundidad. Eso me incita. Ver a Harry en acción me aviva y deseo ser yo la que ocupe el lugar de Aimee.
Jadeos… calor…
Aimee gime, se echa hacia atrás y sus pechos regresan a la boca de Harry, mientras él la penetra. Fuerza. Posesión. Me gusta sentirlo así. Mi vagina se contrae y le reparto cientos de besos por los hombros.
—Disfruta, cariño… —le murmuro de nuevo al oído—. Ahora quien te observa soy yo.
Harry echa la cabeza hacia atrás para que lo bese y yo lo poseo con la boca, mientras el baile sexual de ellos continúa durante varios minutos más. Al final, Aimee se arquea y grita. Harry se deja ir mientras me besa. Abre la boca para soltar un ronco gruñido y yo le muerdo los labios.
A diferencia de cuando soy yo la que está entre sus brazos, Harry se quita de encima a Aimee en cuanto termina. La joven, sin decir nada, va al baño y escucho el agua correr. La respiración de Harry comienza a serenarse, se tumba en la cama y yo me pongo a su lado.
—Nunca me había ofrecido una mujer.
—Me alegra ser la primera y te aseguro que no será la última.
Harry cuchichea.
—Es usted muy peligrosa, señorita (Tap__). Nunca me deja de sorprender.
—Me gusta serlo y hacerlo, señor Styles.
Lo beso y me responde con ardor.
Me abraza y, cuando Aimee sale del baño, me suelta.
—Voy a ducharme, cariño.
Harry desaparece y Aimee se acerca a mí y me acaricia la cintura.
—Ahora te quiero a ti.
Excitada, me acerco a ella. Me toca los pechos y, con delicadeza, se agacha para metérselos en la boca. Me toca la cintura y yo cierro los ojos mientras me dejo llevar por el placer de la lujuria.
Vuelvo a estar parada en el centro de la habitación y ella se pone a mi espalda.
Sigue su recorrido y sube lentamente por mi columna, cuando, de pronto, siento que me está desabrochando el sujetador. Un corchete… otro… otro… y la fina tela cae a mis pies. Sus hábiles dedos pasean ahora por mis costillas, hacen circulitos y, cuando me cogen los pechos, jadeo al notar cómo me aprisiona los pezones.
Harry sale del baño y nos observa mientras se sienta mojado en la cama. Aimee me hace andar hasta él y, agarrándome los dos pechos, se los ofrece. Gustoso, los toma. Primero chupa uno. Después el otro y, cuando los pezones erectos están duros como piedras, los mordisquea como sabe que me gusta.
Calor… calor… mucho calor.
Las manos de Aimee vuelven a mi trasero y Harry, al ver aquello, me agarra de las caderas y me atrae hacia él. Pone sus labios sobre mi monte de Venus y lo besa con mimo.
—Ah… —Sale de mi boca.
Harry sonríe, se sienta al fondo de la cama y vuelve a mover la cabeza. Aimee me agarra de la mano y me hace subir a ella. Me lleva hasta la altura de Harry y me indica que me ponga boca abajo. Quedo entre las piernas de Harry y ella se sienta sobre mi trasero. Bambolea sus caderas sobre mí y percibo la humedad de su entrepierna justo en el momento en que su aliento está en mi cuello. Pasea sus manos por mi cabeza y enreda sus dedos en mi pelo.
Tira de él y me hace subir la cabeza. La erección de Harry queda frente a mí. Me la mete en la boca y yo la chupo. La succiono y la degusto. Lujuria. Tener su enorme erección en mi boca me enloquece. Lo miro y veo sus ojos brillantes. Excitados. Aimee bambolea otra vez sus caderas sobre mí y hace como si me montara mientras siento que con su mano libre me separa las piernas y me toca los labios mayores.
Más calor… mucho…
Me suelta el pelo y se escurre por mi espalda. Harry saca su pene de mi boca.
—Tranquila, pequeña… hay tiempo.
Aimee me hace ponerme a cuatro patas sobre la cama. Me muerde las cachas del culo y mete uno de sus dedos en mi interior. Curvo mi espalda en busca de más.
Mete otro dedo y comienza a moverlos dentro de mí. Inconscientemente, gimo mientras Harry murmura:
—Así… déjate llevar.
Durante varios minutos, aquella mujer toca mi cuerpo mientras Harry besa mi boca. No sé cuánto tiempo ha pasado cuando Harry me toma por las axilas y me da la vuelta. Me apoya contra su pecho, me coge las piernas y me abre para Aimee.
Su boca me saquea mientras Harry me ofrece a ella y me susurra palabras cariñosas al oído. Aimee juega con mi sexo. Me chupa golosa… me succiona. Juega con mi clítoris con mimo. Lo hincha. Lo endurece. Lo sopla. Lo degusta como a un bombón en su boca experta. Yo jadeo y me abro para ella.
De pronto, pasa una pierna por debajo de mi cuerpo. Harry me ladea y noto su vagina contra la mía. Su calor me hace gemir mientras siento una especie de corriente eléctrica al notar que me aprieta hacia ella. Su clítoris y el mío se encuentran. Ambos están calientes y húmedos. Hinchados y juguetones. Mil sensaciones atraviesan mi cuerpo mientras Aimee se mueve y se restriega contra mí. Quiero que siga. Quiero que no pare. Y cuando suelto un grito y noto la humedad entre nosotras dos, se separa de mí, se pone de rodillas y coge un vibrador rojo. Lo unta de lubricante y lo mete centímetro a centímetro en la vagina.
Calor… gemidos… calor. Harry, en mi oído, me pide:
—Córrete… dámelo… córrete.
El vibrador de pronto se pone a rotar en mi interior. Chillo y me retuerzo. Aimee sonríe. Su perversa sonrisa me hace ver que disfruta con lo que hace, y murmura:
—Ahora voy a por tu apretado culito.
El vibrador sigue en el interior de mi vagina dando vueltas cuando coge otro más pequeño y con forma de chupete. Lo impregna en lubricante, lo lleva hasta mi ano y, animada por Harry, poco a poco lo introduce. Entra en su totalidad.
—Así… cariño… así… quiero tu culo… lo necesito.
Harry de pronto me suelta las piernas y me las junta.
—No te muevas. No separes las piernas. No quiero que nada salga de ti a excepción de jadeos y gemidos.
El vibrador sigue girando en mi interior y oleadas de placer recorren mi cuerpo. Harry y Aimee me observan mientras cada uno me chupa un pezón y los vibradores continúan con su función en mi interior. Arqueo la espalda y abro la boca. Grito de placer. Voy a abrir las piernas y entonces Aimee se sienta sobre ellas y no me puedo mover.
Harry se pone de pie sobre la cama y mete su hinchada erección en la boca de Aimee. Le coge la cabeza y comienza a entrar y salir de ella con rapidez mientras ella lo agarra del culo para facilitarle la tarea. Extasiada, los miro mientras Aimee se mueve sobre mí por las embestidas de Harry y hace que los vibradores choquen en mi interior el uno con el otro.
Me excita ver lo que veo. Me excita ver la cara de Harry mientras le folla la boca y me excita que Aimee se mueva sobre mí. Ardo… grito y jadeo cuando siento que me voy a correr. Calor… mucho calor. Harry me mira y se corre sobre la boca de Aimee mientras yo me dejo llevar por el increíble orgasmo que surge de mi interior.
Pero Aimee quiere más. Busca más.
Y en cuanto se limpia la boca y se quita de encima de mí, me abre las piernas y me saca primero el vibrador de la vagina y después el del ano. Sorprendida, veo que se pone algo y Harry murmura:
—Es un arnés con un consolador de dieciséis centímetros. Aimee te va a follar.
La miro sorprendida. Nunca había visto aquel aparato en vivo y en directo. Se termina de ajustar el arnés a la cadera y Harry me tumba en la cama. Aimee se pone sobre mí y me mete la punta del consolador en la boca. Me hace chuparlo mientras veo que mueve sus caderas dentro y fuera de mi boca.
Excitada, me muevo y Harry me habla:
—Ahora soy yo quien te ofrece a ella. Te va a follar, cariño, y después te vamos a follar los dos.
Estoy caliente. Muy caliente.
Aimee se tumba sobre mí. Me chupa los pechos y siento aquel consolador duro entre las dos. Mi vagina se contrae. Mueve el consolador y lo restriega por la parte interna de mis muslos y yo jadeo.
—Ábrete para recibirla, (Tuapodo) —susurra Harry.
Centímetro a centímetro, Aimee mete el consolador en mi vagina y, cuando lo tiene totalmente dentro, lo saca. Disfruta con sus movimientos. Entra… sale… entra… sale y finalmente me hunde el consolador de nuevo.
Me agarra por la cintura y me folla como si fuera un hombre. Dios, ¡me gusta! Me da un azote en el culo y vuelve a penetrarme. Un… dos… tres… cuatro… cinco hasta seis penetraciones seguidas y yo grito. Me arqueo enloquecida y Harry me besa.
El orgasmo me llega cuando ella me sube las piernas, me coge del culo y me aprieta contra el arnés. Me sacudo enardecida. Aimee se queda quieta y deja el consolador en mi interior mientras yo me relajo.
Cierro los ojos, mientras mi resuello se normaliza.
Aimee se quita de encima de mí y Harry me besa con pasión. Busca mis labios y se deleita con ellos.
—Eres preciosa… perfecta…
Sonrío. Estoy aún extasiada y Harry, al verme los labios resecos, se levanta y llena varias copas de champán. Le da una Aimee y me ofrece otra a mí.
—Bebe… te refrescará.
Sedienta, me siento en la cama, me bebo la copa entera de champán y mi garganta agradece la frescura. Dejo la copa y voy al baño. Necesito refrescarme. Harry me sigue, se mete conmigo en la enorme ducha y murmura mientras el agua cae sobre nosotros:
—Ahora te vamos a follar los dos.
—¿Los dos?
Me observa con su ardiente mirada desde su altura.
—Sí
—Harry…
—Tranquila… pequeña… tu culito ya está preparado. Aimee se pondrá un arnés con un consolador más pequeño e ira dilatando poco a poco tu precioso trasero. Ese consolador se irá agrandando si Aimee bombea sobre ti. Ella me allanará el camino. No te dolerá y yo tomaré luego su lugar.
—Harry…
—¿Tienes miedo?
—Sí…
—¿Confías en mí?
El agua cae entre los dos y murmuro:
—Siempre, ya lo sabes.
Sonríe y me da un dulce beso en los labios.
—Me gusta saberlo.
Un espasmo me recorre el cuerpo. Harry cierra el agua y me seca con la toalla.
—Todo irá bien. Te prometo que cuando te penetremos los dos lo disfrutarás.
Asiento y regresamos a la habitación. Allí veo a Aimee sentada en una silla con una copa de champán en la mano. Miro su arnés. Esta vez es rojo y el consolador que cuelga es mucho más fino y pequeño. No se acerca a nosotros. Sólo nos observa.
Nada más llegar a la cama, Harry se sube en ella y se sienta en el centro, me guiña un ojo, me hace sonreír y dice mientras indica que me siente a horcajadas sobre él:
—Vamos, señorita (Tap__). Acceda a mis caprichos. Móntese sobre mí.
Excitada, hago lo que pide. En décimas de segundos da una vuelta sobre la cama y se queda sobre mí. Me besa. Me acaricia. Dice maravillosas y dulces palabras de amor y se ocupa de satisfacer todos y cada uno de mis deseos. Su boca reparte cientos de besos en mi cuello, lame mis pechos, chupa mi ombligo y, cuando llega a mi monte de Venus, lo besa y susurra:
—Pídeme lo que quieras.
Su voz. Su ronca voz junto a esas palabras me vuelven loca. Abro mis piernas y él sabe lo que quiero. Me chupa, restriega su barbilla por mi vagina y finalmente abre mis labios internos y busca mi clítoris. Lo rodea con su lengua, lo aviva, lo revoluciona y, con sus maravillosos labios, tira de él. Mis jadeos no tardan en llegar, mientras me dejo llevar por mil sensaciones.
—Harry…
Sus grandes manos recorren mi cuerpo y, mientras su boca juega entre mis piernas llenándome de oleadas de placer, sus dedos me agarran los pezones. Los estrujan y tiran de ellos para hincharlos. Enloquecida, subo mis piernas a sus hombros y me aprieto contra él. Me agarra los muslos y aprieta mi sexo sobre su boca. La posesión de Harry es total. Magnífica. Única.
Saciado de mis juegos vaginales, vuelve a mi boca. Su sabor, que es mi sabor, es dulzón. Nos besamos y su lengua viva y caprichosa recorre mi boca. Mientras me besa noto su dura erección darme entre las piernas. La deseo y antes de que yo se la pida me la da. Se yergue contra mí y me ensarta todo su pene como a mí me gusta. Mi grito gustoso lo hace sonreír.
—Mírame —le exijo.
Una… dos… tres… cuatro veces bombea sobre mí y yo, encantada, me abro para él. Harry es tan grande, ocupa tanto espacio dentro de mí que me incita a jadear y gemir. De pronto, me agarra por las caderas y aparezco sentada sobre él a horcajadas. Ahora soy yo la que marco el ritmo. Soy yo la que cimbreo mimosa mis caderas sobre él, mientras me mira con los ojos llenos de amor.
La cama se hunde, miro hacia atrás y Aimee está detrás de mí. Harry me coge la barbilla y, sin sacar su erección de mi interior, susurra:
—Túmbate sobre mí, pequeña… y relájate.
Lo hago y siento que Aimee me restriega algo húmedo y caliente sobre el ano. Lubricante. Harry me abre las cachas del culo para que ella lo haga mejor y, al ver mi cara de susto, mueve sus caderas, me penetra y murmura.
—Toda mía… hoy vas a ser toda mía.
Noto que Aimee pone el consolador en el agujero de mi ano y hace rotaciones con él. Una y otra vez… una y otra vez hasta que me doy cuenta de que éste ha comenzado a entrar en mí. Harry me besa. Me mordisquea los labios, la barbilla, mientras un «¡Ah!» se me escapa al sentir cómo Aimee me penetra.
La intrusión que siento en mi trasero me hace moverme y eso aviva a Harry, que continúa en mi interior. Su enorme pene bombea despacio y con cuidado mientras Aimee, centímetro a centímetro, se mete dentro de mí. De pronto, un movimiento brusco de Aimee me hace gritar. Dolor… siento dolor… pero el dolor desaparece ante los movimientos de Harry y lo oigo decir:
—Ya esta… ya pasó, cariño… así… entrégate… relájate y te dilatarás para recibirme.
En ese instante, noto el cuerpo de Aimee totalmente pegado a mi trasero, ésta me da un azote en el culo y murmura:
—Estás totalmente penetrada, (Tn__). Muévete.
Tengo los ojos tan abiertos que Harry sonríe.
—Cariño… no me asustes, ¿estás bien?
Asiento y respondo:
—Sí… pero tengo tanto miedo a romperme que no me puedo mover.
Harry lo hace por mí. Se mueve y yo jadeo.
La sensación que siento en ese instante siendo penetrada por el ano y la vagina es alucinante. Aimee, ante los movimientos de Harry, comienza a bombear dentro y fuera de mí. Pronto siento que mi ano por dentro se llena más y más al crecer el consolador por los bombeos. Estoy tan lubricada que oigo cómo el lubricante chapotea mientras aquella mujer agarrada a mi cintura me penetra una y otra vez.
Harry se mueve. No puede continuar parado.
Cuatro manos me agarran por la cintura y me manejan a su antojo. Delante… detrás… fuerte… flojo… suave… duro. Veo la cara de Harry y siento que va a estallar. Pero, de pronto, ambos salen de mí. Harry se levanta, me da la vuelta y me penetra lentamente por el mismo sitio por donde Aimee acaba de salir. A cuatro patas grito. La erección de Harry nada tiene que ver con el consolador, pero, lo que en un principio me hizo gritar, de pronto se acopla a mi interior y jadeo mientras oigo a Harry murmurar en mi oreja.
—Ahora sí eres toda mía… toda mía…
—Sí…
—Oh, nena… estás tan prieta… tan cerrada…
Aprieta de nuevo sus caderas contra mí y yo bufo de placer. Dios… me gusta lo que hace, lo que me dice. Me turba que por fin me penetre el ano y me vuelve loca sentir cómo tiembla mientras lo hace. Se contiene. Sé que contiene las ganas que siente por darme un par de buenos empellones. Mi ano está dilatado. Lo noto cuando todo su pene entra y sale de mí. Muevo mis caderas y me clavo en Harry. Oigo cómo aprieta los dientes y pido:
—Fuerte… penétrame fuerte.
—No… no quiero hacerte daño.
Pero mis ganas son salvajes y soy yo la que lanza el culo hacia atrás y grito al sentir absolutamente toda su erección. Me quedo quieta. No me puedo mover. Dolor. Resoplo y él musita:
—No seas bruta, cariño… te vas a hacer daño.
Sin sacar su erección de mi ano, sus manos bajan hasta mi vagina, la abre y en cuanto me aprieta el clítoris me muevo… gimo… y busco más penetración. Harry me la da. Cada vez entra y sale con más holgura de mí. Su dedo vuelve a apretarme el clítoris y yo vuelvo a chillar. Los minutos pasan y ambos seguimos unidos por mi ano. No quiero que termine. Sólo quiero que siga apretándose contra mí y ese placer no acabe. Pero, al final, acelera las penetraciones y, aunque no son tan fuertes ni profundas como las que me da en mi vagina, un salvaje orgasmo me hace gritar mientras me aprieto contra él. Harry se corre también y, para no caer sobre mí, saca su pene y rueda a un lado. En su camino, me agarra y mientras mis convulsiones por lo que acaba de ocurrir siguen, me abraza y dice:
—Te quiero, (Tuapodo), te quiero como nunca pensé que podría querer.