Cita 14 “Mi Tatuaje”
Se quedó parado mirando el tatuaje. «¿Puedo pedir lo que quiera?», preguntó. El agua cálida caía sobre nosotros, refrescándonos y calentándonos a la vez. Me había tumbado en la ducha y él estaba sobre mí, con la piel mojada. Y yo, húmeda por el deseo y por el agua.
Su voz… Sentí que no iba a aguantar más el ansia de tenerle dentro. Se puso de rodillas y cogiéndome de las caderas me atrapó arrastrándome hacia su cuerpo. Me separó las piernas y con la ducha empezó a lavarme. Cada centímetro, cada recodo…
Cambió la intensidad del chorro a más fuerte y denso. No me moví, deseaba que siguiera. Me enloquecía pensar en lo que iba a hacerme.
Se agachó, quería beber de mi interior. Jugó con su lengua hasta que volví a sentir el agua de la ducha. ¡Me voy a morir de placer!, pensé. Empecé a retorcerme. Me sujetó para que no pudiera moverme mientras el chorro de agua caía sobre mí volviéndome loca.
Cuando se acercaba el clímax, apartó la ducha y entró en mí, hasta el fondo. Mi cuerpo se preparó para explotar, esta vez a su ritmo.
«¿Qué me estás haciendo, (Tuapodo)?», preguntó tras desbordarse de placer. Cogió mi mano y la besó delicadamente. El mundo era esa ducha y nosotros dos, sus únicos habitantes.
Se quedó parado mirando el tatuaje. «¿Puedo pedir lo que quiera?», preguntó. El agua cálida caía sobre nosotros, refrescándonos y calentándonos a la vez. Me había tumbado en la ducha y él estaba sobre mí, con la piel mojada. Y yo, húmeda por el deseo y por el agua.
Su voz… Sentí que no iba a aguantar más el ansia de tenerle dentro. Se puso de rodillas y cogiéndome de las caderas me atrapó arrastrándome hacia su cuerpo. Me separó las piernas y con la ducha empezó a lavarme. Cada centímetro, cada recodo…
Cambió la intensidad del chorro a más fuerte y denso. No me moví, deseaba que siguiera. Me enloquecía pensar en lo que iba a hacerme.
Se agachó, quería beber de mi interior. Jugó con su lengua hasta que volví a sentir el agua de la ducha. ¡Me voy a morir de placer!, pensé. Empecé a retorcerme. Me sujetó para que no pudiera moverme mientras el chorro de agua caía sobre mí volviéndome loca.
Cuando se acercaba el clímax, apartó la ducha y entró en mí, hasta el fondo. Mi cuerpo se preparó para explotar, esta vez a su ritmo.
«¿Qué me estás haciendo, (Tuapodo)?», preguntó tras desbordarse de placer. Cogió mi mano y la besó delicadamente. El mundo era esa ducha y nosotros dos, sus únicos habitantes.