Capitulo 39
Al día siguiente, tras dejar a Sami en la guardería, Louis, acompañado de Judith, fue hasta el canal CNN, donde trabajaba Eleanor. Ella seguramente tendría noticias recientes de lo ocurrido. Cuando ésta lo vio aparecer, una grata sonrisa le iluminó el rostro, pero al ver a Judith desapareció.
¿Qué hacía aquélla allí?
Judith se dio cuenta y, decidió permanecer en un segundo plano. Allí sólo importaba (Tuapodo).
Subida en sus impresionantes tacones y contoneándose bajo su carísimo traje de diseño, la presentadora se acercó a Louis y con voz cantarina dijo, tras besarlo en la mejilla:
—Qué alegría verte aquí. —Y al ver su incipiente barba, preguntó—: ¿Qué te ocurre, cielo?
Sin ganas de saludos, Louis la cogió del brazo y dijo:
—Eleanor, necesito un favor.
—Tú dirás. —Parpadeó, mirando con desagrado a Judith.
Sin tiempo que perder, él le contó lo que sabía del incidente militar y una vez terminó, agregó:
—Por eso estoy aquí. Sé que vosotros en la redacción recibís noticias continuamente sobre lo ocurrido y con seguridad me podrás decir más de lo que sé.
El gesto a Eleanor cambió y con expresión agria, preguntó.
—La tal (Tuapodo) de la que hablas, ¿es la mujer que...?
—Sí... —la cortó Louis. No estaba para tonterías.
La popular presentadora, al entender quién era aquella mujer, y ver el poder que su información tenía en aquel momento, torció el gesto y se ofreció:
—Cena conmigo esta noche y veré qué puedo contarte.
Louis que no estaba para cenas ni para lo que ella sugería, protestó:
—He venido a pedirte ayuda, no una cena.
Molesta por sus palabras y su duro gesto, la presentadora respondió:
—Pues lo siento, Louis. No puedo informarte de nada.
—Eleanor —suplicó con desesperación—. Por favor.
Judith, al oírlo suplicar, se acercó y vio como la joven, sin importarle el estado de su amigo, se miraba las uñas y contestaba:
—No. Imposible. Las noticias que llegan a redacción pasan unos filtros antes de que podamos darlas. Por lo tanto, no. No te puedo informar sobre lo que ha ocurrido.
La furia se apoderó de Louis, pero tras cruzar una mirada con Judith, que bullía de rabia, intentó controlarla. Necesitaba aquella información. Necesitaba saber que el avión de (Tuapodo) había llegado bien.
Durante un buen rato, intentó por todos los medios que Eleanor cambiara de opinión, hasta que fue consciente del juego sucio de ella y cuando no pudo más, explotó:
—¿Me estás diciendo que por saber que estoy enamorado de (Tuapodo) no vas a darme esa información?
Sin pestañear y con una fría mirada, Eleanor contestó:
—Sí.
Louis no quiso escuchar más. Estaba claro que no iba a ayudarlo y con expresión de desagrado total, siseó antes de marcharse:
—¿Sabes, Eleanor? La amistad es algo que yo valoro mucho en esta vida y tú hoy me estás demostrando que de amiga no tienes absolutamente nada. Sabes que amo a esa mujer con locura y en lugar de tranquilizarme y ayudarme en lo que necesito, estás poniendo trabas en el camino. Pues muy bien, a partir de este momento, olvídate de que existo, como yo me voy a olvidar definitivamente de
ti.
Cuando Louis comenzó a caminar ofuscado hacia el exterior del edificio, Judith, que se había mantenido al margen, por el bien de la información que necesitaban se acercó hasta la joven y dijo:
—Nunca me has gustado.
—Tú a mí tampoco.
Con ganas de cogerla por el cuello, Judith se metió las manos en los bolsillos para no utilizarlas y, sin acercarse más de lo estrictamente necesario, dijo en voz alta para que todos la oyeran.
—Siempre me has parecido una imbécil creída por el simple hecho de ser presentadora. Pero lo que acabas de hacer ahora con Louis me hace darme cuenta de que además de imbécil eres una zorra impresentable. No sabes lo que es la amistad ni el amor y estoy segura de que nunca lo vas a saber, porque eres tan mala persona que eres incapaz de mirar más allá de tu puñetero ombligo.
Los que pasaban por su lado las miraron y Judith, alejándose, finalizó:
—Lo único bueno que Louis va a sacar de todo esto es darse cuenta de la clase de perra que eres. Adiós, Foski, te aseguro que con esto él ya no volverá a acercarse a ti en toda su vida.
Dos días después, aparecieron los padres de (Tuapodo) en casa de Judith.
La pequeña, al ver a su abuela, corrió hacia ella y la abrazó. Judith, contenta, los hizo entrar en su casa y (Nmadre__) se sorprendió al ver a Louis allí. Encantada, lo saludó y le presentó a su marido. El mayor (Tap__), al entender por la mirada de su mujer que aquél era el joven con el que su hija había tenido algo especial, asintió y endureció su rostro.
Judith los invitó a comer. Era una estupenda anfitriona y todos intentaron, por el bien de Sami, no dramatizar. No sabían nada de (Tuapodo), excepto que su avión había despegado del lugar del siniestro, rumbo a una base americana.
Mientras Harry hablaba con el mayor (Tap__) y Judith, (Nmadre__), mirando a Louis, que estaba observando a Sami jugar, dijo:
—Siento mucho lo ocurrido entre mi hija y tú. Y quiero que sepas que los americanos y los militares no son mala gente, Louis. Judith me contó lo que te ocurrió con ese sinvergüenza de comandante y sólo te puedo decir que lo siento. Pero no debes medir a todo el mundo con el mismo rasero, porque te equivocas.
—Lo sé, (Nmadre__)..., lo sé y me siento fatal.
La mujer, al oír eso, prosiguió:
—Mi hija es la teniente (Tap__), pero cuando se quita el uniforme y las botas militares es (Tn__), una encantadora joven que intenta salir adelante como puede. Como la vida le permite. —Y, pesarosa, añadió—: Y estoy segura de que no está bien. El piloto que ha muerto, Robert Smith, era un buen amigo de ella. Un muchacho excelente y sé que mi hija, a pesar de lo dura que intenta ser, está sufriendo por ello. Tanto ella como Robert o los hombres que los acompañan en sus vuelos son una gran familia que se cuida, se protege y se quiere. Estás muy equivocado si crees que por ser americanos son fríos y no tienen sentimientos.
Avergonzado por lo que (Nmadre__) parecía saber, Louis mostró su acuerdo:
—Tienes razón, (Nmadre__). Siento en el alma lo idiota que he sido. Y nunca me cansaré de pediros perdón por haberme comportado como un auténtico imbécil. Sé que he pagado con (Tuapodo) algo que a mí me atormentó en el pasado y no supe entender que el primero que ponía esos límites para que ella no me contara la verdad era yo. Pero ten por seguro que cuando regrese lo voy a solucionar.
—Llegas tarde, Louis. Su padre lo está arreglando todo para que su vida la continúe en Fort Worth cuando regrese de esta misión. Contrataremos una mudanza y lo poquito que tiene aquí se lo llevarán y...
—No voy a permitir que se vaya.
—Louis... es militar y...
—(Nmadre__) —la cortó él—, tu hija y Sami no se van a ir a ningún sitio. Se van a quedar conmigo y yo me voy a ocupar de ellas.
Al oír eso, todos lo miraron y el mayor (Tap__) repuso:
—(Tn__) se viene a vivir con nosotros a Fort Worth, muchacho. Por lo tanto, te pediría que la dejaras en paz. Ya le has hecho suficiente daño, ¿no crees?
Sin amilanarse ante aquel militar que lo miraba con gesto duro, aseveró:
—Asumo el daño que le he podido hacer, pero no voy a dejarla en paz. Y le aseguro que ella y Sami se quedarán en Londres viviendo conmigo. Me ocuparé de ellas porque las quiero. Adoro a (Tuapodo) y adoro a Sami. Y no voy a consentir que se alejen de mi lado por mucho que usted se empeñe en hacérmelo creer.
El mayor (Tap__), con un gesto de lo más militar, frunció las cejas y siseó:
—Le recuerdo, joven, que mi hija sigue siendo militar y americana. Siempre ha estado orgullosa de sus genes y no voy a consentir que nadie la haga cambiar de opinión.
Louis, sentándose frente a él, aclaró:
—Nadie la va a hacer cambiar de opinión. Sólo pretendo cuidar de ella y ser el hombre que necesita para que se quede conmigo en Inglaterra. —Al ver cómo él lo miraba, agregó—: Si usted quiere, podemos hablar. Pero quiero que le quede claro que ni sus galones, ni sus medallas, ni porque suba la voz me impresiona. Yo no tengo galones, pero sé subir la voz y sé defender lo que quiero, y a su hija, la quiero.
Aquella noche, tras hablar con el mayor Cedric (Tap__) durante más de cuatro horas y cuando éste y su mujer se llevaron a Sami, el corazón de Louis se resintió. Por primera vez en toda su vida, la sensación de soledad lo superó, y al llegar a su casa y mirar a su alrededor, lloró de impotencia.
Al día siguiente, tras dejar a Sami en la guardería, Louis, acompañado de Judith, fue hasta el canal CNN, donde trabajaba Eleanor. Ella seguramente tendría noticias recientes de lo ocurrido. Cuando ésta lo vio aparecer, una grata sonrisa le iluminó el rostro, pero al ver a Judith desapareció.
¿Qué hacía aquélla allí?
Judith se dio cuenta y, decidió permanecer en un segundo plano. Allí sólo importaba (Tuapodo).
Subida en sus impresionantes tacones y contoneándose bajo su carísimo traje de diseño, la presentadora se acercó a Louis y con voz cantarina dijo, tras besarlo en la mejilla:
—Qué alegría verte aquí. —Y al ver su incipiente barba, preguntó—: ¿Qué te ocurre, cielo?
Sin ganas de saludos, Louis la cogió del brazo y dijo:
—Eleanor, necesito un favor.
—Tú dirás. —Parpadeó, mirando con desagrado a Judith.
Sin tiempo que perder, él le contó lo que sabía del incidente militar y una vez terminó, agregó:
—Por eso estoy aquí. Sé que vosotros en la redacción recibís noticias continuamente sobre lo ocurrido y con seguridad me podrás decir más de lo que sé.
El gesto a Eleanor cambió y con expresión agria, preguntó.
—La tal (Tuapodo) de la que hablas, ¿es la mujer que...?
—Sí... —la cortó Louis. No estaba para tonterías.
La popular presentadora, al entender quién era aquella mujer, y ver el poder que su información tenía en aquel momento, torció el gesto y se ofreció:
—Cena conmigo esta noche y veré qué puedo contarte.
Louis que no estaba para cenas ni para lo que ella sugería, protestó:
—He venido a pedirte ayuda, no una cena.
Molesta por sus palabras y su duro gesto, la presentadora respondió:
—Pues lo siento, Louis. No puedo informarte de nada.
—Eleanor —suplicó con desesperación—. Por favor.
Judith, al oírlo suplicar, se acercó y vio como la joven, sin importarle el estado de su amigo, se miraba las uñas y contestaba:
—No. Imposible. Las noticias que llegan a redacción pasan unos filtros antes de que podamos darlas. Por lo tanto, no. No te puedo informar sobre lo que ha ocurrido.
La furia se apoderó de Louis, pero tras cruzar una mirada con Judith, que bullía de rabia, intentó controlarla. Necesitaba aquella información. Necesitaba saber que el avión de (Tuapodo) había llegado bien.
Durante un buen rato, intentó por todos los medios que Eleanor cambiara de opinión, hasta que fue consciente del juego sucio de ella y cuando no pudo más, explotó:
—¿Me estás diciendo que por saber que estoy enamorado de (Tuapodo) no vas a darme esa información?
Sin pestañear y con una fría mirada, Eleanor contestó:
—Sí.
Louis no quiso escuchar más. Estaba claro que no iba a ayudarlo y con expresión de desagrado total, siseó antes de marcharse:
—¿Sabes, Eleanor? La amistad es algo que yo valoro mucho en esta vida y tú hoy me estás demostrando que de amiga no tienes absolutamente nada. Sabes que amo a esa mujer con locura y en lugar de tranquilizarme y ayudarme en lo que necesito, estás poniendo trabas en el camino. Pues muy bien, a partir de este momento, olvídate de que existo, como yo me voy a olvidar definitivamente de
ti.
Cuando Louis comenzó a caminar ofuscado hacia el exterior del edificio, Judith, que se había mantenido al margen, por el bien de la información que necesitaban se acercó hasta la joven y dijo:
—Nunca me has gustado.
—Tú a mí tampoco.
Con ganas de cogerla por el cuello, Judith se metió las manos en los bolsillos para no utilizarlas y, sin acercarse más de lo estrictamente necesario, dijo en voz alta para que todos la oyeran.
—Siempre me has parecido una imbécil creída por el simple hecho de ser presentadora. Pero lo que acabas de hacer ahora con Louis me hace darme cuenta de que además de imbécil eres una zorra impresentable. No sabes lo que es la amistad ni el amor y estoy segura de que nunca lo vas a saber, porque eres tan mala persona que eres incapaz de mirar más allá de tu puñetero ombligo.
Los que pasaban por su lado las miraron y Judith, alejándose, finalizó:
—Lo único bueno que Louis va a sacar de todo esto es darse cuenta de la clase de perra que eres. Adiós, Foski, te aseguro que con esto él ya no volverá a acercarse a ti en toda su vida.
Dos días después, aparecieron los padres de (Tuapodo) en casa de Judith.
La pequeña, al ver a su abuela, corrió hacia ella y la abrazó. Judith, contenta, los hizo entrar en su casa y (Nmadre__) se sorprendió al ver a Louis allí. Encantada, lo saludó y le presentó a su marido. El mayor (Tap__), al entender por la mirada de su mujer que aquél era el joven con el que su hija había tenido algo especial, asintió y endureció su rostro.
Judith los invitó a comer. Era una estupenda anfitriona y todos intentaron, por el bien de Sami, no dramatizar. No sabían nada de (Tuapodo), excepto que su avión había despegado del lugar del siniestro, rumbo a una base americana.
Mientras Harry hablaba con el mayor (Tap__) y Judith, (Nmadre__), mirando a Louis, que estaba observando a Sami jugar, dijo:
—Siento mucho lo ocurrido entre mi hija y tú. Y quiero que sepas que los americanos y los militares no son mala gente, Louis. Judith me contó lo que te ocurrió con ese sinvergüenza de comandante y sólo te puedo decir que lo siento. Pero no debes medir a todo el mundo con el mismo rasero, porque te equivocas.
—Lo sé, (Nmadre__)..., lo sé y me siento fatal.
La mujer, al oír eso, prosiguió:
—Mi hija es la teniente (Tap__), pero cuando se quita el uniforme y las botas militares es (Tn__), una encantadora joven que intenta salir adelante como puede. Como la vida le permite. —Y, pesarosa, añadió—: Y estoy segura de que no está bien. El piloto que ha muerto, Robert Smith, era un buen amigo de ella. Un muchacho excelente y sé que mi hija, a pesar de lo dura que intenta ser, está sufriendo por ello. Tanto ella como Robert o los hombres que los acompañan en sus vuelos son una gran familia que se cuida, se protege y se quiere. Estás muy equivocado si crees que por ser americanos son fríos y no tienen sentimientos.
Avergonzado por lo que (Nmadre__) parecía saber, Louis mostró su acuerdo:
—Tienes razón, (Nmadre__). Siento en el alma lo idiota que he sido. Y nunca me cansaré de pediros perdón por haberme comportado como un auténtico imbécil. Sé que he pagado con (Tuapodo) algo que a mí me atormentó en el pasado y no supe entender que el primero que ponía esos límites para que ella no me contara la verdad era yo. Pero ten por seguro que cuando regrese lo voy a solucionar.
—Llegas tarde, Louis. Su padre lo está arreglando todo para que su vida la continúe en Fort Worth cuando regrese de esta misión. Contrataremos una mudanza y lo poquito que tiene aquí se lo llevarán y...
—No voy a permitir que se vaya.
—Louis... es militar y...
—(Nmadre__) —la cortó él—, tu hija y Sami no se van a ir a ningún sitio. Se van a quedar conmigo y yo me voy a ocupar de ellas.
Al oír eso, todos lo miraron y el mayor (Tap__) repuso:
—(Tn__) se viene a vivir con nosotros a Fort Worth, muchacho. Por lo tanto, te pediría que la dejaras en paz. Ya le has hecho suficiente daño, ¿no crees?
Sin amilanarse ante aquel militar que lo miraba con gesto duro, aseveró:
—Asumo el daño que le he podido hacer, pero no voy a dejarla en paz. Y le aseguro que ella y Sami se quedarán en Londres viviendo conmigo. Me ocuparé de ellas porque las quiero. Adoro a (Tuapodo) y adoro a Sami. Y no voy a consentir que se alejen de mi lado por mucho que usted se empeñe en hacérmelo creer.
El mayor (Tap__), con un gesto de lo más militar, frunció las cejas y siseó:
—Le recuerdo, joven, que mi hija sigue siendo militar y americana. Siempre ha estado orgullosa de sus genes y no voy a consentir que nadie la haga cambiar de opinión.
Louis, sentándose frente a él, aclaró:
—Nadie la va a hacer cambiar de opinión. Sólo pretendo cuidar de ella y ser el hombre que necesita para que se quede conmigo en Inglaterra. —Al ver cómo él lo miraba, agregó—: Si usted quiere, podemos hablar. Pero quiero que le quede claro que ni sus galones, ni sus medallas, ni porque suba la voz me impresiona. Yo no tengo galones, pero sé subir la voz y sé defender lo que quiero, y a su hija, la quiero.
Aquella noche, tras hablar con el mayor Cedric (Tap__) durante más de cuatro horas y cuando éste y su mujer se llevaron a Sami, el corazón de Louis se resintió. Por primera vez en toda su vida, la sensación de soledad lo superó, y al llegar a su casa y mirar a su alrededor, lloró de impotencia.