Cita 25 “El Arnés”
Una y otra vez, Aimee me hizo suya como si fuera un hombre. Me paralizaba con su fuerza, sacudía mi cuerpo sin parar, sacando lo mejor y lo peor de mí, con un ansia inusitada.
«Ahora los dos», dijo Harry. ¿Es que querían matarme?
«Confía en mí.» Me besó y no supe decir que no. Estaba decidida a continuar.
Recorrió con su lengua mi cuerpo, excitándome más, preparándome para la llegada de Aimee.
Él ocupaba todo el espacio dentro de mí. Pero aún faltaban lugares por cubrir en mi cuerpo.
«Túmbate sobre mí», me pidió. Lo hice y comencé a sentir algo húmedo tras de mí. Era Aimee con un arnés, quería entrar en mí para cubrirme por entero entre los dos.
«Hoy vas a ser toda mía», dijo mientras se tumbaba encima. Comencé a moverme, quería más.
Los dos me poseían, pero los dos eran míos. Ambos crecían en mi interior. Y de pronto, ella salió de mí y Harry se colocó detrás.
«Ahora sí que eres toda mía», susurró enloquecido. «Fuerte», le pedí. Cuando sentí que iba a estallar, se retiró y permitió que fuera yo quien siguiera recorriendo el camino de mi placer.
«Te quiero, (Tuapodo).» Fue la primera vez que me dijo esas palabras.
Una y otra vez, Aimee me hizo suya como si fuera un hombre. Me paralizaba con su fuerza, sacudía mi cuerpo sin parar, sacando lo mejor y lo peor de mí, con un ansia inusitada.
«Ahora los dos», dijo Harry. ¿Es que querían matarme?
«Confía en mí.» Me besó y no supe decir que no. Estaba decidida a continuar.
Recorrió con su lengua mi cuerpo, excitándome más, preparándome para la llegada de Aimee.
Él ocupaba todo el espacio dentro de mí. Pero aún faltaban lugares por cubrir en mi cuerpo.
«Túmbate sobre mí», me pidió. Lo hice y comencé a sentir algo húmedo tras de mí. Era Aimee con un arnés, quería entrar en mí para cubrirme por entero entre los dos.
«Hoy vas a ser toda mía», dijo mientras se tumbaba encima. Comencé a moverme, quería más.
Los dos me poseían, pero los dos eran míos. Ambos crecían en mi interior. Y de pronto, ella salió de mí y Harry se colocó detrás.
«Ahora sí que eres toda mía», susurró enloquecido. «Fuerte», le pedí. Cuando sentí que iba a estallar, se retiró y permitió que fuera yo quien siguiera recorriendo el camino de mi placer.
«Te quiero, (Tuapodo).» Fue la primera vez que me dijo esas palabras.